Año nuevo, retos nuevos. Sí, aunque se esté acabando marzo, toda buena voluntad es bienvenida y más cuando se trata de poner la mente y el cuerpo en forma. El gimnasio espera y sólo hay un par de aspectos que perfeccionar antes de comenzar a machacarse a hacer ejercicios.

Si existe un compañero fiel en el deporte, es la alimentación. De nada vale pasarse tres horas en el gimnasio si las comidas que se hacen distan mucho de ser modélicas. Una mala alimentación llevará a excesos y al abandono inmediato de la dieta y, por ende, del deporte. No se sabe muy bien por qué, pero ambos abandonos van de la mano cuando uno le falla el otro.

Hay que tener en cuenta que antes de comenzar con el gym y el desgaste físico que conlleva, en esfuerzo, hay que tener una alimentación adecuada que no pille al cuerpo por sorpresas cuando se haga deporte. Hay que ser previsor y empezar la casa por los cimientos: hay que darle al cuerpo una dosis previa de fuerzas.

¿Cómo? Sabiendo qué comer.

La ingesta de zumos, principalmente de aquellos que aporten vitaminas, es el comienzo para estar listos y apuntarse al gimnasio. La fruta en piezas también ayuda en esta misión de alto voltaje: naranjas, manzanas, kiwis…

Por extraño que parezca (o no) los carbohidratos son los mejores consejeros en esta previa. Aportan una cantidad desorbitada de energía y eso permitirá estar a tono para soportar cualquier travesura del gimnasio. La cantidad de calorías que puedan aportar no es ningún problema porque después se quemarán; así que uno puede sacarle partido a la pasta y el arroz.

El momento más delicado llega con el sumergimiento en máquinas de deporte, ejercicios intensos uno detrás del otro y levantamiento de pesas.

Aquí la alimentación tiene que ser más moderada y algo medida. Durante las etapas de mayor entrenamiento o en los días de gimnasio, el menú tiene que estar cocinado en función de verduras y hortalizas. Facilitarán las digestiones y el cuerpo no se sentirá pesado.

Todos los ejercicios de que realicen para definir músculo tienen que estar supervisados por las proteínas: carnes, pescados, huevo. Sólo así se conseguirá fijar el efecto deseado.

Y una vez acabado el entrenamiento hay que abordar el mantenimiento. Puede que la parte más importante de todo deporte; hay que conseguir convivir con él y no volver al punto de partida.

Esta fase engloba un potaje de todos los alimentos anteriores, dando protagonismo a las verduras y proteínas y no abusando de los carbohidratos.

Muy importante también es la toma de líquidos. Está claro que lo importante es no morir de sed, pero hay que saber cuándo beber más o menos agua.

Las bebidas energéticas conviene tomarlas en los momentos previos y posteriores de hacer deporte. No es aconsejable beberlas durante la realización de los ejercicios por los desajustes que puede provocar en el estómago y sistema nervioso. Previamente para coger fuerzas y posteriormente para recuperar todo el desgaste energético perdido con el deporte.

El tema del agua a veces ocasiona opiniones contrapuestas. Es muy recomendable beber agua al acabar de hacer ejercicio, siempre y cuando no se continúe haciendo más. Al terminar la jornada deportiva los síntomas de deshidratación se hacen patentes con el sudor y conviene reponerse bebiendo agua. Cuando hay mucha sed, es aconsejable tomar pequeños sorbos de agua y varias veces; nunca acabarse la botella entera de un solo trago.

Hasta la temperatura del agua es importante: nunca helada, que puede provocar cortes de digestión y sensación de mareo.

(Esquire)