El récord del aplauso más ruidoso del mundo es de 113 dB. Bastante escandaloso si consideramos que, al despegar, un avión llega a los 130 dB. ¿La persona que más veces por minuto puede aplaudir? Es un joven que llega a hacerlo 802 veces por minuto. Una persona común –que aplaude a velocidad normal, lo hace a una tasa de 2.5 a 5 aplausos por segundo, alrededor de 300 veces por minuto.

El aplauso es como un instrumento de percusión implantado al humano. Y aunque muchas veces sí lo usamos para seguir el ritmo de nuestra canción favorita, lo más común es que aplaudamos para expresar admiración, aceptación y emoción. Sobre todo para cosas que suceden arriba de un escenario. Rara vez le aplaudimos a la televisión o a nuestro reproductor de mp3 cuando termina una canción.

Pero ¿por qué aplaudir si podríamos usar, por ejemplo, la voz para mostrar admiración?  Sí lo hacemos, pero eso representa estar mucho más cerca de la persona a la cual le queremos demostrar que nos gustó lo que hizo (si no probablemente no escuche nuestro mensaje). El aplaudir es un mensaje claro y conciso; es una ráfaga de energía sin las limitaciones del lenguaje y del pensamiento. Que además ayuda a quemar entusiasmo extra.

¿Cómo llegó a ser un comportamiento que, hasta cierto punto, se espera de un individuo? ¿Por qué sentimos presión para aplaudir aunque a veces no lo queramos hacer?

Si nos ponemos a pensar, aplaudir no es necesariamente una reacción natural del humano para demostrar felicidad o aprovación. Más o menos a los seis meses de edad los bebés se dan cuenta que sus manos pueden trabajar juntas. El resultado: empiezan a aplaudir (torpemente). Sin embargo, algunos libros de paternidad alientan a los padres a que hagan que su hijo o hija relacione el aplaudir con felicidad grupal y emoción. Algo que tal vez no sucedería orgánicamente.

Programas televisivos tienen letreros en los sets para que el público sepa cuándo aplaudir. En ese caso, no aplaudimos porque queremos, sino porque una autoridad lo pide.

Históricamente las autoridades han alentado el uso del aplauso. En el siglo 6 a.C., Clístenes de Atenas subió al poder e hizo que comportamientos como el aplaudir fueran un deber civil. La manera correcta para que las masas pudieran expresar admiración por su gobernador. No había tiempo para que todos fueran a saludar al líder, pero podían todos saludar a su gobernante juntos. Como un súper organismo con una sola voz, el aplauso.

Para contestar a la pregunta que titula esta nota. Aplaudimos porque se nos impone, porque desde pequeños relacionamos ese ruido con experiencias positivas y porque, además de ser la manera más ruidosa, fácil y, de alguna manera, anónima y democrática –ya que es difícil distinguir quién es la persona que aplaude; aplaudimos porque queremos participar, ser parte de la experiencia humana. Aplaudimos porque creemos que debemos que aplaudir.

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