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Desde pequeños aprendemos a no confiar en nadie. Claro, nos dijeron que jugáramos bien y que compartiéramos, pero después de varias veces que te roban tus crayones, subes la guardia. Desde entonces, la vida ha sido un espiral descendente llena de desilusiones y sueños rotos.
Pero no puedes desilusionarte si tus expectativas las mantienes bajas, ¿no?
Publicado por Othón Vélez O’Brien.