Nuestros cerebros son muy engañosos, hacen tantas cosas para protegernos que termina haciéndonos parecer como locos por sus mecanismos de defensa.

1. Te hace creer que eres bueno en algo en lo que eres pésimo

En un mundo perfecto sabrías cundo eres malo en algo para evitar hacerlo. Lamentablemente lo contrario es nuestra realidad. La gente que es muy mala para una actividad cree que es muy buena para llevar a cabo esa acción. La gente hábil  subestima sus capacidades y los demás se sobrestiman y mientras peor con cierta habilidad, mejor creemos que lo desempeñamos.

2. Te hace sentir como un fraude

¿Conoces esa sensación de que vas tanteándole a la vida, que eres un charlatán incompetente y que tarde o temprano todo el mundo se va a enterar?

El síndrome de impostor fue reconocido por primera vez en 1978 por dos investigadores. Notaron que muchas mujeres exitosas que entrevistaron creyeron ser fraudes y decían que no eran lo suficiente buenas para su trabajo, que algún error fue cometido. No importa qué es lo que logren estas personas, no importa cuáles sean sus logros, nunca pueden dejar de creer que todo esta basado en una mentira o algún error.

Los dos investigadores inicialmente creyeron que esto era más común entre mujeres que hombres, pero la investigación luego mostró resultados que la gente exitosa de ambos sexos sufren de esto por igual.

3. Si la gente cree que eres estúpido, te la crees

Sería bueno poder ignorar a la gente, pero desafortunadamente, eso nunca es tan sencillo como suena. Existe un fenómeno conocido como “amenaza de estereotipo” que significa que si te recuerdan de un estereotipo negativo de tu grupo, será más probable que te conformes a él.

Esto es mucho más común de lo que creerías. La gente que sufre de esto es más probable que se culpen a sí mismos por sus fracasos y sus incapacidades. Si un miembro de un grupo lleva a cabo una tarea de manera mala cuando todos esperaban que su desempeño iba a ser malo, el estereotipo es reforzado, convirtiendo la amenaza en un mayor problema.

4. Insiste que tienes la razón incluso cuando no

¿Nunca has notado cuando alguien no se da cuenta de que están en lo equivocado? Tú no puedes tener la razón, seguro, entonces les muestras toda la evidencia y aún así insisten que todo lo que dices es pura mentira y que esta todo mal e insisten que su perspectiva es la correcta y usan el pretexto de que lo leyeron el línea.

Lamentablemente, así es como funcionamos los humanos. Se llama “sesgo de confirmación”. Solemos descartar cualquier evidencia si descarta nuestras creencias mientras nos aferramos de cualquier cosa que las apoye.

Los humanos somos increíblemente buenos en encontrar justificaciones por cualquier conclusión que alcancemos.

5. Te hace creer que las cosas suceden por una razón

Los humanos tendemos a ver patrones en todo, lo hacemos a tal grado que vemos patrones donde no existe ninguno. Por esto luego ves caras en la oscuridad o escuchas tu nombre en la regadera o ves animales en las nubes. Esto fue algo útil para nuestros ancestros. Un positivo falso donde un hombre pudo haber creído ver un tigre dientes de sable puede ser molesto, pero es mejor que un negativo falso en el caso de que sí hubiera un dientes de sable frente a él.

También notamos patrones en datos al azar. Queremos ver causas, no sólo los efectos de la probabilidad. Esto es problemático cuando nos hace tomar malas decisiones. Por ejemplo, en Londres durante la Segunda Guerra Mundial, los ciudadanos notaron que habían ciertas partes de la ciudad que no fueron azotadas por bombas, así que asumieron que debían haber espías alemanes en estas zonas cuando en realidad, después de analizar el patrón de los impactos, te das cuenta que cayeron de manera completamente al azar.

6. Te hace temer cosas que nunca pasarán

Crees que estarás involucrado en un ataque terrorista o que un meteorito te caerá encima. En realidad, si lo piensas con puras estadísticas, no se va a caer el avión en el que estas. Cuando salgas a la calle es más probable que no te van a asaltar ni mucho menos matar.

Sin embargo, siempre creemos que vamos a ser la excepción, que nosotros somos ese 1 en un millón (o varios millones, depende a quién le preguntes). Estas cosas nos preocupan mucho más que las cosas que son más probables de hacernos daño, como la diabetes o un accidente automovilístico.

Esto luego resulta problemático. Después del ataque terrorista del 11 de septiembre del 2001, millones de estadounidenses optaron por manejar a sus destinos en lugar de volar, resultando en 1,500 más muertes por accidentes en coche.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.