Tener recelo a lo nuevo, a lo que no se controla, es una reacción humana. Así es el amor. Sin embargo, hay personas que se niegan la posibilidad de enamorarse debido a su incapacidad de gestionar estos y otros miedos. Los más comunes, los siete que se recogen a continuación.
Sin embargo, según un artículo publicado recientemente en la revista Psychology Today, muchas personas se niegan la posibilidad de encontrar ese compañero definitivo con el que crear una vida en común por miedo.
Estos son los siete recelos que comúnmente acechan a las personas y fortalecen su resistencia a volver a enamorarse.
1. El amor nos hace vulnerable. Emprender una nueva relación supone adentrarse en terreno desconocido, mientras que apostar por algo sobre lo que no se tiene certeza de éxito, es correr un riesgo al que muchas personas no pueden hacer frente. Exponerse ante una persona de la que poco o nada se sabe acrecienta la sensación de vulnerabilidad, pues existe una falta de control sobre lo que pasará a partir del momento en el que se deja pasar a ese alguien. Se dice que “el amor es darle a alguien el poder de destruirte confiando en que no lo hará.
2. Un nuevo amor aviva el dolor pasado. Muchas personas no son conscientes del dolor y las experiencias negativas que arrastran de anteriores relaciones hasta que inician una nueva. Es en ese momento cuando surgen los miedos y las inseguridades, motivados estos por el pasado vivido. Así, uno acaba por transferir a la pareja esos prejuicios y permite que estos le influencien a la hora de relacionarse con ella, poniendo más límites y barreras y no permitiéndose a si mismo actuar con plena libertad.
3. El amor cuestiona viejas identidades. Una persona acostumbrada a pensar que no tiene derecho a enamorarse, que no es ni tan buena, atractiva o inteligente como para que alguien la quiera, se enfrenta a un debate interno muy fuerte cuando se da cuenta que eso no es así, que si puede ser amada y que, efectivamente, acaba de encontrar una pareja que se lo demuestra. Desmontar creencias negativas arraigadas desde hace años en el cerebro es un conflicto emocional muy profundo que ciertas personas no pueden gestionar, negándose la posibilidad de entablar una relación.
4. La felicidad también implica dolor. Este argumento responde a la creencia de que estar inmerso en un estado de bienestar superior hará más dura la caída cuando este llegue a su fin. De ahí que ciertas personas rehúsen enamorarse por su tendencia a relacionar que ese estado de serenidad y alegría involucrará, necesariamente, mucho dolor y tristeza en el futuro. Así, hacen una pronosticación sin base real.
5. El amor es en ocasiones desigual. Las personas somos cambiantes. En un momento podemos sentir el hastío más sagaz, como, en cuestión de segundos, volver a estar con un humor envidiable. Las relaciones sentimentales experimentan algo parecido: el compromiso de cada miembro de la pareja con el otro puede variar en determinados periodos, así como el amor que se profesan, debido a diversos motivos , muchos de ellos externos a la propia relación. Así, muchas personas se reprimen a involucrarse con otras porque consideran que sus sentimientos no están nivelados. Es decir, que uno quiere más que el otro y, por lo tanto, eso puede implicar dolor para el miembro que quiera más.
6. La pareja rompe los vínculos familiares. Unirse emocionalmente a una persona es un símbolo de madurez, de crecimiento. Representa el inicio de una vida como individuos independientes y autónomos, lo que genera una intensa sensación de vértigo y de renuncia en muchas personas. Este sentimiento potencia la creencia de que acabarán alejándose de su núcleo familiar por el hecho de iniciar una nueva vida junto a la pareja.
7. El amor suscita una percepción de pérdida. En muchos casos, querer intensamente origina la aparición de un miedo atroz a perder a esa persona a la que se ama. La apreciación de la vida se revaloriza, y esta cobra un nuevo sentido. Aparecen entonces temores ligados al hecho de que esta situación idílica y de felicidad se rompa. Para paliar este sentimiento de pánico, muchas personas acaban por alejar a sus parejas de forma inconsciente, llegando incluso a abandonarlas por su incapacidad de hacer frente al miedo que les genera pensar en perderlas en un futuro por cuestiones ajenas o independientes a ellas.