Aunque la intención era alejar a los niños de las bebidas azucaradas, los adultos se opusieron a la idea de suministrar alcohol a sus hijos.
La iniciativa de servirles una cerveza diaria a los estudiantes, entre edades de 3 a 15 años, surgió a raíz de un estudio belga que vinculaba la obesidad infantil y el cáncer de seno con el consumo de bebidas con alto contenido de azúcar, como los refrescos.
De ahí que Rony Langenaeken manifestara en 2001 que esta era una propuesta “muy saludable” para toda la familia y que cuidaba la figura de los jóvenes.
“Yo solía beber cuando tenía sólo 6 años de edad”, dijo Langenaeken, refiriéndose a que el plan era ofrecer una bebida con bajo contenido de alcohol, entre 1,5 y 2,5 grados.
Sin duda alguna, la propuesta fue bien recibida por los estudiantes ya que, según el artículo, un 75 por ciento de los encuestados prefería consumir cerveza frente a otro tipo de refrescos.
Pero la dicha terminó cuando los sorprendidos adultos se mostraron en desacuerdo, ya que consideraban que suministrar alcohol a sus hijos podría afectar la “concentración de los niños en el aula”, generar alborotos y producirles sueño, situación que obligó a que la propuesta nunca se pusiera en marcha.
Pese a que la idea de Langenaeken resultó chocante para los padres de familia, varias campañas publicitarias de los años 60 y 70 empleaban a niños para ilustrar sus propuestas cerveceras, intentando potenciar el consumo en toda la familia.
De acuerdo con El País de España, estas campañas surgieron en una época “en la que todavía existía desconocimiento sobre los efectos del alcohol y en especial de este sobre los menores”.