¿Se estresarán las plantas? De ser así, ¿qué lo provoca? ¿El estrés que sentirán será similar al nuestro? ¿Cómo podrían investigadores explotar la respuesta de estrés para mejorar cosechas o combatir con plagas?
Cuando pensamos en el estrés, lo pintamos como algo malo, pero en realidad es la forma que interactuamos con el mundo. nuestra respuesta de estrés nos ayuda a navegar dentro de un ambiente que siempre esta cambiando, es la razón por la cual podemos reaccionar ante nuevas situaciones o averiguar si son peligrosas o no. Sin el estrés, no podríamos sobrevivir. Lo mismo aplica para plantas que son estresadas por cambios ambientales que amenazan su salud como una sequía o una inundación o animales que podrían matarlas o hacerles daño.
Pero nosotros tenemos la respuesta de luchar o huir, las plantas no tienen esta opción. Las plantas, a diferencia de animales, insectos y humanos, deben tener una respuesta al estrés más sofisticado ya que no pueden moverse de donde crecen.
Como los humanos, las plantas pasan por cambios hormonales durante un encuentro estresante. Pero a diferencia de los humanos, las plantas tienen respuestas hormonales únicas para diferentes tipos de factores de estrés. La sequía, por ejemplo, provoca la secreción de un ácido en las raíces, lo cual ayuda a cerrar pequeños poros llamados stomata que controlan el intercambio de gases durante la fotosíntesis, pero cuando están abiertos, también evaporan agua.
Cuando hongos atacan a la planta libera ácido salicílico, una defensa contra patógenos. Cuando un herbívoro ataca a la planta, libera ácido jasmónico, el cual en cambio desata una reacción química que actúa como un aviso para otras plantas. También pueden atraer insectos beneficiosos con estas reacciones químicas.
Un mejor entendimiento de la genética detrás de estas respuestas podría llevar a todo tipo de interesantes aplicaciones, como crear cosechas alteradas genéticamente que pueden superar mejor las situaciones estresantes. Estos estudios podrían volver obsoletas las pesticidas químicas.
Publicado por Othón Vélez O’Brien.