Hace algunos días una anciana de 79 años llamada Sadie Seller se escapó del asilo en el que vive en Londonderry (Irlanda) para cumplir uno de sus sueños: hacerse un tatuaje.

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Una de sus once nietas, Samantha, de 22 años, la acompañó al estudio de tatuajes para que pudiera plasmarse de por vida en su brazo izquierdo un corazón.

«No me importa una mierda» dijo Seller ante la cámara cuando le preguntaron acerca de qué pensaría su familia del tatuaje que se estaba haciendo. «Le pregunté al muchacho [el tatuador] cuánto tiempo tomaría hacérmelo, y él me contestó que había terminado hace cinco minutos. Nunca sentí nada. Sólo se rió de mí», dijo la a.

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