Nunca es tarde para viajar solo o con amigos y menos de mochilazo, sin duda será una de las aventuras más emocionantes de tu vida y una experiencia que jamás olvidarás.
El mundo está frente a ti para elegir el destino que sea, como Perú uno de los países más completos en biodiversidad, Tombuctú el centro de nacimiento del islam o Roma, la ciudad eterna.
Además no tienes que gastar mucho en el vuelo, puedes encontrar alguno en una de las aerolíneas más económicas como Iberia si navegas en plataformas como Despegar para comparar precios.
Si decidiste viajar a la ciudad en donde todo es un museo al aire libre (Roma), lo primero que debes considerar es llevar solo una mochila que te permita guardar cosas para una semana, sin importar los días que vayas, pues desde aquí comienza tu viaje de mochilazo.
No debes olvidar tu sleeping bag pues nunca sabrás cuando necesitarás una pestañita, en el aeropuerto, por ejemplo. Tal vez pasarás frío o calor, dependiendo la temporada en la que vayas, pero definitivamente lo vale, este es el punto en donde comienza la supervivencia del mochilero, o sea, tú.
No necesitas grandes lujos, basta activar tus sentidos para apreciar pequeños detalles increíbles que cumplirán tus expectativas, como los sonidos de la ciudad, ver a la gente caminar, detenerse a oler afuera de un restaurante famoso, admirar los paisajes, etc., pues la magia vive en las cosas más sencillas.
Algo que no podrás evitar es: perderte, pero sin duda se convertirá en una de las mejores partes del viaje pues descubrirás rincones secretos y conocerás la personalidad de los residentes quienes te compartirán nuevas experiencias.
No necesitas ir al restaurante más lujoso, los mejores platillos para deleitar tu paladar están en el mercado más pequeño que guarda una gran tradición.
Camina todo el tiempo y más vale que resistas, pues cada rincón de Roma te remontará a algún tiempo pasado, como el Panteón que exalta la fortaleza de los dioses, qué decir del Coliseo para imaginar las grandes batallas, y el mejor lugar para pedir un deseo: la Fontana di Trevi.
Al final de todo te darás cuenta que descubriste tú OTRO YO, pues este tipo de viajes te transforma en otra persona, te impulsa a hacer cosas de las que antes no te creías capaz, te quita el miedo y solo te preocupas por ser mejor para velar por ti mismo en un mundo diferente.