
Como si una brocha monumental hubiera salpicado la pared, las instalaciones de Anne von Freyburg transforman el textil en un gesto pictórico. Sus obras combinan telas, fibras y brillos como si fueran manchas de pintura: los colores se funden entre sí y los hilos caen hasta el suelo, creando lo que la artista neerlandesa, radicada en Londres, llama “pinturas textiles”.
Inspirada por las tradiciones artísticas europeas de los siglos XVII y XVIII —desde los bodegones del Siglo de Oro neerlandés hasta la exuberancia estilizada del Rococó—, Anne von Freyburg reinterpreta la relación entre el arte decorativo y el arte “serio”, colocando lo artesanal en el centro del discurso.
Su exposición individual Filthy Cute, en la Saatchi Gallery, hace guiños directos a artistas como Jean-Honoré Fragonard y François Boucher, mientras explora con ironía los clichés del romance heterosexual y las expectativas sociales hacia las mujeres. Según el texto curatorial, von Freyburg examina “las presiones que enfrentan las mujeres, en especial el deber de ser ‘cuidadoras’ y ‘complacientes’”. A través de su trabajo, la artista reivindica la compasión, la libertad y la soberanía femenina.
Filthy Cute celebra la sensualidad y lo femenino, pero también desafía convenciones: sus composiciones abstractas evocan flores que se disuelven, se escurren y rozan la desfiguración completa. Los textiles brillantes —en una paleta amplia de colores— se arremolinan sin mezclarse del todo, generando formas tan seductoras como desconcertantes.
Uno de los temas subyacentes que trabaja von Freyburg es el del fetichismo de la mercancía, en referencia a la obsesión del siglo XVII por los bodegones florales y la famosa burbuja económica de la Tulipomanía que ocurrió entre 1634 y 1637.
Publicado por Othón Vélez O’Brien.