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¿Tu amiga o tu terapeuta? El dilema de los mensajes emocionales sin previo aviso

Cuando el celular se vuelve una línea directa al drama
Estás disfrutando tu domingo, cafecito en mano, cuando de pronto llega un mensaje kilométrico de tu mejor amiga contándote una bronca familiar pesadísima. Te saca de tu paz en segundos y, sin pedirlo, ya estás en modo terapeuta improvisada. Aunque quieres estar ahí para ella, no es lo mismo acompañar que cargar.

Imagina que eso mismo pasara en persona: apenas verla, sin un “hola”, ya te suelta todo el caos. Suena brusco, ¿no? Pues en el mundo digital pasa todo el tiempo, y muchas veces sin que la otra persona dé su consentimiento para esa conversación emocionalmente cargada.

¿Siempre disponibles? No, gracias
Vivimos con acceso 24/7 a quienes queremos, pero eso no significa que debamos estar disponibles todo el tiempo. Esta expectativa de respuesta inmediata puede ser agotadora, y más cuando confundimos amistad con terapia. No todas estamos listas para procesar un trauma ajeno a cualquier hora del día.

Tus amigas no son psicólogas
Sí, hablar con una amiga puede ser reconfortante. Pero hay cosas que es mejor llevar a terapia. Las amigas no siempre pueden ofrecer una perspectiva objetiva, y en muchos casos, sus consejos vienen desde sus propias heridas o experiencias. Además, compartir algo muy delicado con una amiga puede desbalancear la relación o terminar en un vínculo marcado por el dolor en lugar del cariño.

Los riesgos de desahogarte sin filtro
Cuando volcamos todo nuestro malestar emocional en alguien cercano, podemos generar dinámicas poco saludables. Desde la culpa (si seguimos un consejo y sale mal) hasta el resentimiento (si sentimos que la otra persona no respondió como esperábamos). También existe el riesgo de que esa información no se quede entre ustedes, o que la amistad se vuelva codependiente.

Alternativas para no quedarte sola con lo que sientes
Si no tienes acceso a un terapeuta por temas económicos, una opción útil es escribir un “diario de terapia” en tu celular. Solo anota lo que sientes cuando surgen cosas importantes. Esto te ayuda a organizar tus pensamientos y tenerlos listos si algún día puedes hablarlo con una profesional.

También puedes practicar narrar lo que te pasó como si te lo contaras a ti misma primero. ¿Te enojaste? ¿Te rompieron el corazón? Escríbelo todo: qué pasó, cómo te sentiste y qué aprendiste. Esa reflexión puede ser sanadora por sí sola, o el primer paso para compartirlo desde un lugar más consciente.

¿Y si de verdad necesitas apoyo?
Está bien pedir ayuda. Pero también está bien poner límites si tú no puedes cargar con lo que alguien más necesita sacar. El equilibrio entre ser una buena amiga y cuidar tu salud mental empieza preguntándote: ¿puedo con esto ahora mismo? Y si la respuesta es no, también es válido.

Publicado por Othón Vélez O’Brien.