El filósofo, músico, botánico y teórico político y social francés Jean-Jacques Rousseau es recordado, sobre todo, por su obra “El contrato social” (1762), en la que expuso sus argumentos para obtener la libertad civil y ayudó a preparar la base ideológica de la Revolución Francesa, ponderando la voluntad popular frente al derecho divino.
Con frases como “El hombre es bueno por naturaleza” y “El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”, que forman parte de su obra más famosa, el pensamiento de Rousseau se hace presente a 301 años de su nacimiento que se cumplen mañana.
Nacido en Ginebra, Suiza, el 28 de junio de 1712, Jean-Jacques Rousseau fue huérfano de madre desde sus primeros días de vida por lo que fue criado por su tía materna y su padre Isaac Rousseau, señala la biografía del filósofo publicada en el portal en Internet “ilustresfilosofos.wordpress.com”.
Sin haber recibido educación formal, fue aprendiz de un notario y grabador, quien ejerció un brutal trato sobre él, mismo que lo obligó a abandonar Ginebra a los 16 años de edad para establecerse en Annecy, donde Madame de Warens, una dama ilustrada, le ayudó en educación y a cultivar su afición por la música.
Convertido en amante de la baronesa, el joven Rousseau se instaló en la residencia de ésta en Chambéry e inició un período intenso de estudio autodidacto, que se vio concluido en 1742, año en que se trasladó a París, Francia, donde presentó a la Academia de la Ciencias un nuevo invento, un sistema de notación musical.
En 1743 fue nombrado secretario del embajador francés en Venecia, Italia, no obstante luego de un enfrentamiento con el diplomático regreso a París, donde inició una relación con una sirvienta inculta, Thérèse Levasseur, con quien se casó en 1768, tras haber tenido con ella cinco hijos.
De acuerdo con la biografía de Rousseau, disponible en sitio electrónico “biografiasyvidas.com”, en los siguientes años, se dedicó a entablar amistad con los ilustrados, fue invitado a contribuir con artículos de música a la Enciclopedia de D?Alembert y Diderot, y en 1750 en ganó el concurso convocado por la Academia de Dijon en la categoría de ciencia.
Tiempo después, en 1754, visitó de nuevo Ginebra y retornó al protestantismo para readquirir sus derechos como ciudadano ginebrino, entendiendo que se trataba de un trámite legislativo.
Apareció entonces su obra “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”, escrito que creó también para el concurso convocado en 1755 por la Academia de Dijon.
Un año más tarde se instaló en la residencia de su amiga Madame d’Épinay en Montmorency, donde redactó algunas de sus obras más importantes.
En 1762 publicó su famosa obra “El contrato social”, en la que planteó que las exigencias de libertad del ciudadano han de verse garantizadas a través de un contrato social ideal que estipule la entrega total de cada asociado a la comunidad, de forma que su extrema dependencia respecto de la ciudad lo libere de aquella que tiene respecto de otros ciudadanos y de su egoísmo particular.
El lanzamiento de su tratado “Emilio o De la educación” (1762), en el que incluyó diversos juicios críticos sobre la religión, le valió la condena de las autoridades francesas por lo que se vio obligado a huir a Neuchâtel, donde permaneció hasta 1766, año en que aceptó la invitación de David Hume para refugiarse en Inglaterra.
No obstante, los problemas para el destacado filósofo continuaron, por lo que constantemente tuvo que cambiar de residencia, hasta que finalmente regresó, en 1770, a París, donde pasó los últimos años de su vida, que concluyó el 2 de julio de 1778.
México, 27 Jun. (Notimex).