Después de once horas de vuelo para llegar de México a París, 60 minutos de espera en el aeropuerto Charles de Gaulle sin hacer mucho más que sentarnos en un Starbucks porque no había nada más que hacer (a menos que hubiéramos querido comprar productor Dior), cinco horas volando hasta llegar a Tel-Aviv y dos horas para llegar al kibutz de mi tía, por fin pudimos descansar.
Un viaje tan largo nunca es sencillo, pero el estar con la familia (o para tal caso amigos o conocidos) definitivamente lo hace más fácil, lo que me hizo pensar: “Viajar solo trae un sentido de independencia que no es común a menos que se viaje en tales circunstancias”.
Obviamente con la edad se acostumbra más hacer cosas por la propia cuenta cuenta, pero pienso que el viajar completamente solo ayuda a cualquier persona a crecer, no importando cuántas veces se haya hecho con anterioridad. El estar obligado a interactuar con gente desconocida, algo que es muy raro cuando se está sumergido en una rutina, nos fuerza a sacar algo de nosotros que para muchos está escondido tras la máscara de la cotidianidad.
El miedo a lo desconocido prevalece en nuestras vidas y se vuelve algo tan común como el respirar o desayunar. Es poco probable que platiquemos con la persona que sienta al lado de nosotros en el metro ya que ambas personas están metidas completamente en lo que esperan de su día y es complicado sacarnos de esa expectativa. Sin embargo, tener una conversación con la persona que va al lado de ti en un avión no es tan bizarro ya que (si se está viajando solo) solamente se tienen dos alternativas: ignorar a la persona o iniciar una plática.
Pienso que no nos caería mal actuar cada día como si estuviéramos viajando a un lugar desconocido; admirando cada momento que sucede llenos de expectativa. Eso traería a nuestro día a día un poco más de emoción. Sé que no es fácil, pero es un reto personal que nos podemos poner, el simple hecho de conocer a una persona nueva, si se puede, cada semana o mes, trae consigo un sinfín de nuevas experiencias por vivir y una frescura a la vida que no tiene porqué ser mal recibida.
¿A qué conclusión quiero llegar? Ustedes deciden. Puede que esta nota les inspire a viajar más, aunque sea el fin de semana y a un lugar más cercano que Israel; o puede que les provoque hablar con algún desconocido y gracias a eso conozcan al amor de sus vidas (nunca saben) o a un muy buen amigo. Al final simplemente pueden pensar que es una buena idea pero la costumbre les gane y caigan en el mismo círculo de siempre y no hagan nada al respecto. También existe la posibilidad de que piensen que lo que digo tiene poco sentido y tampoco hagan algún cambio. De nuevo, depende de ustedes.