gadgets, padres, hijos, niños,

Un alarmista titular en letra Helvética negrita denunciaba: “La mitad de los padres reconocen usar la tecnología como niñera”. Mientras lo leía, una parte de mí me empujaba a sentir indignación, pero no pude dejar de murmurar un “¿Y qué?”.

Seguí leyendo: “Las nuevas investigaciones de un sitio web de ahorros líder en Estados Unidos descubrieron que la mayoría de los padres estadounidenses ha usado sus dispositivos tecnológicos como herramienta para ‘cuidar’ a sus hijos y en promedio lo hacen dos veces por semana”.

¿Dos veces por semana? ¿Estos niños usan el iPad de mamá o juegan con el Android de papá dos veces por semana? ¡Pronto, que alguien llame al Servicio de Protección de Menores!

Los mejores padres saben que si sus hijos están despiertos tienen que entretenerse haciendo figuras de papel maché, horneando galletas o cantar agarrados de la mano de la niñera.

En el estudio, realizado en el sitio couponcodes4u.com, se entrevistó a 2.403 estadounidenses con hijos de entre dos y trece años. La mayoría dijo tener dispositivos como smartphones, tabletas, PCs y consolas en casa; el 27% admitió que dejaba a los niños usar los dispositivos tecnológicos diariamente; el 19% dijo que lo hacía “ocasionalmente”; el 18 % dijo que rara vez lo hacía, y el 15% contestó que nunca.

“Además, cuando se les preguntó si usaban frecuentemente sus dispositivos tecnológicos para ‘cuidar’ eficazmente a sus niños (mantenerlos ocupados para que los padres no tengan que hacerlo), la mayoría —el 58%— dijo que sí, mientras que el 25% reconoció que ‘dependía de las circunstancias”, según el estudio.

Una cosa es dejar que tu hijo juegue tanto con tu teléfono que desarrolle síndrome del túnel carpiano juvenil y otra muy diferente es dejar que sean, no sé… ¡niños modernos!

Me gustaría saber por qué se usa el término “cuidar”. Uno le paga a una niñera para cuidar de su hijo y así, poder escaparse a toda velocidad. La aplicación de “Thomas el Trenecito” no puede hacer eso. De hecho, cualquier madre, padre o cuidador que le haya prestado un aparato a un niño con la intención de conseguir un momento de paz sabe que siempre resulta contraproducente.

“No puedo ganar en este juego… ¿me ayudas?”.

“Esta aplicación es aburrida / no sirve / hay que pagar 4,99 dólares y que introduzcas tu contraseña de iTunes para poder jugar la versión completa”.

¿Acaso los niños menores de cinco años pueden usar los dispositivos durante más de 14 segundos sin lograr que te arrepientas de no haber comprado esa garantía extendida?

Yo crecí jugando a Duck Hunt y Super Mario Bros en mi Nintendo. Era la segunda hija y siempre tenía que jugar con el ñoño personaje de Luigi contra Mario, (que usaba mi hermano). Esto me parece mucho más dañino que estar expuesto al entretenimiento electrónico. Mientras usábamos a nuestros personajes para rescatar a la princesa, no había rastro de nuestros padres. ¿Estarían pasando (¡oh cielos!) un momento a solas?

En una época de extremismo en la paternidad, estudios como esos explotan las inseguridades.

No pasa una semana sin que una organización dramatice sus descubrimientos en un artículo sensacionalista. En una época de paternidad alimentada por el miedo, esta “investigación” arroja gasolina a la hoguera de culpas y juicios que ya arde.

Cuando el diario The New York Times hizo un reportaje sobre la escuela privada Waldorf del norte de California, que no utiliza nada de tecnología, algunos padres entraron en pánico.

El artículo retrataba una escena utópica llena de jóvenes genios. De repente, las masas se preguntaban: Si esos exitosos padres de Silicon Valley eligieron una escuela en las que están prohibidos los dispositivos electrónicos, ¿sabrán algo que nosotros ignoramos?”.

Muchas escuelas Waldorf tampoco permiten que los niños usen ropa negra ni coloreen con crayones negros porque, según el creador de la técnica pedagógica, Rudolf Steiner, es la “ausencia de color” y en cierta forma es nocivo para el ambiente de aprendizaje.

Quizá en vez de seguir las modas actuales en paternidad, tengamos que encontrar un equilibrio que funcione para nuestra familia en particular.

Estamos creando la tormenta perfecta de neurosis paterna alimentada con datos circunstanciales inteligentemente disfrazados como verdad universal.

Lo mejor que podemos hacer mientras nos bombardean con material de consumo aparentemente urgente es leerlo todo con un proverbial grano de sal del Himalaya.

¿Qué? ¿No vives en el Himalaya? Una pena, porque un estudio reciente acaba de designarlo el mejor lugar para criar hijos.

CNN