Todo aficionado a la lectura reconoce el olor de los libros, ese que flota por el aire en cualquier biblioteca o que nos golpea al abrir algún ejemplar olvidado en nuestra estantería. Los olores son producidos por moléculas químicas que pueden tener multitud de orígenes.
La causa de que aparezca este olor en los libros viejos se puede considerar poco romántica: el papel se pudre con el tiempo. Desde que empezamos a fabricar el papel a partir de celulosa, éste contiene algunos contaminantes naturales que están entremezclados de manera inseparable entre sus fibras.
En la madera, las moléculas de glucosa (un tipo de azúcar) son capaces de enlazarse formando largas cadenas especialmente estables llamadas celulosa. Esta estabilidad es debida a que estas largas cadenas pueden apilarse formando varias capas imposibles de atacar para la mayoría de compuestos químicos.Por ese motivo la mayoría de animales no son capaces de comer madera, incluidos los seres humanos.
Tenemos muchos productos en el mercado que contienen celulosa, aunque en alimentación nos referimos a ella como fibra, realmente no hay una gran diferencia entre unos cereales ricos en fibra y la caja que los contiene.
Existen animales capaces de ingerir celulosa, como las termitas. Sin embargo, la mayor parte de consumidores de celulosa son microorganismos. Estos son los encargados de descomponer la celulosa de la madera en moléculas más simples para su absorción, y en caso de microorganismos vegetales crear su propia capa de celulosa sintetizada por ellos que les sirva como escudo.
Todo este proceso de descomposición de la celulosa hace que el ambiente químico se vuelva más ácido, afectando a una molécula presente en la madera y mezclada normalmente con la celulosa del papel: la lignina.
Cuando el papel se descompone y se vuelve ácido, la lignina se rompe y se vuelve volátil, siendo capaz de viajar por el aire hasta nuestra nariz, evocando ese olor a libro viejo. Este olor es un buen indicador del estado de deterioro del papel, por lo que se han buscado varias estrategias para detectarlo de manera temprana y poder ralentizar el proceso de descomposición.
La Biblioteca del Congreso de Estados Unidos trata 250 mil libros al año con óxido de magnesio, capaz de disminuir la acidez del papel. Por otro lado, la investigadora química Lorraine Gibson, de laUniversidad de Strathclyde en Escocia, ha desarrollado un dispositivo que actúa como una “nariz química”, capaz de rastrear los niveles de lignina cercanos a un libro y poder hacer saltar la alarma antes incluso de poder notarlo nosotros con nuestro olfato.
El olor a libro viejo es tan reconocido en todo el mundo que en los últimos años se han lanzado varios perfumes con extractos de lignina para imitar el olor a libro antiguo y poder pulverizarlo en una biblioteca o en ti mismo.
Puede que la biblioteca de tu casa no huela a libro viejo porque sólo tengas ediciones recién impresas. En ese caso estarás acostumbrado al olor a libro nuevo. Este olor tiene un origen ligeramente diferente: está provocado, en parte, por partículas residuales del pegamento que se usa para encuadernar el libro y por otros componentes de la madera, similares a la lignina, mucho más inestables que el papel y que se descomponen durante el proceso de lectura del libro.
Sin embargo, recuerda que el papel de tus libros nuevos acabara degradándose y oliendo a papel viejo algún día. Quizá cuando eso suceda nos habremos pasado todos al ebook digital.
Fuente: Medciencia