Se dice igual en español que en el idioma original: “sauna”, y cuenta con muchos aficionados en todo el mundo. Pero para los finlandeses es más que un lujo de spa. El cuartito caliente es parte de su historia.
En el cuarto con paneles de madera a media luz, hombres desnudos están sentados en silencio, sudando. Uno se golpea en repetidas ocasiones con ramas de abedul. Otro, toma un cucharón de agua y cuidadosamente lo vierte sobre las piedras calientes de la estufa en la esquina.
Se escucha un silbido.
En cuestión de segundos una ola de calor húmedo se arremolina alrededor de los tobillos y las piernas antes de envolver todo el cuerpo. Sus poros se abren y el sudor los cubre desde la cabeza hasta los pies.
El agua arrojada sobre las piedras calientes emite un vapor conocido como loyly.
Cada sauna tiene su propio carácter y su propio loyly distintivo. Cuanto mejor sea el loyly, más agradable la sauna.
Del principio al fin de la vida
Este ritual del baño se ha repetido en Finlandia por miles de años, desde que los primeros pobladores cavaron una zanja en el suelo y calentaron un montón de piedras.
Tras las arduas tareas del campo, la sauna proporcionaba alivio para limpiar y calmar los músculos doloridos.
Los cálidos cuartos de madera se podían utilizar también a temperaturas más bajas, y estaban en el corazón de los grandes acontecimientos de la vida de un finlandés.
Las mujeres daban a luz en las saunas tradicionales, pues las paredes estaban cubiertas de hollín, naturalmente resistente a las bacterias, por lo que era considerada la habitación más limpia en la casa.
Las saunas fueron además el lugar para los rituales de purificación antes del matrimonio y los cuerpos de los muertos eran lavados y preparados para el entierro en esos bancos de madera.
Diplomacia en la sauna
Urko Kekkone, el presidente de Finlandia de 1956 a 1982 –fotografiado con el mandatario de la URSS Nikita Khrushchev- creía en los poderes curativos diplomáticos de la sauna. Para él era un lugar donde todos eran iguales y los políticos no podían ocultar nada bajo la manga, pues no tenían mangas.
Finlandia estuvo en la cuerda floja diplomática durante la Guerra Fría. Su neutralidad entre el Oriente y Occidente se vio amenazada constantemente por su gigantesco vecino, la URSS.
En 1960, Khrushchev asistió al cumpleaños 60 de Kekkone. La historia cuenta que Kekkonen lo retuvo en la sauna hasta las 5 am. Poco después, el gobierno soviético emitió un comunicado expresando su apoyo a la intención de Finlandia de cooperar con Occidente. Esto llevó a Finlandia unirse a la Asociación Europea de Libre Comercio en 1971.
Khrushchev fue criticado en casa. Sus compatriotas dijeron que un comunista no debería estar desnudo en una sauna con un capitalista.
Para muchos finlandeses, la sauna era la habitación más sagrada de la casa y la más estrechamente relacionada con su bienestar.
“Los finlandeses dicen que la sauna es la farmacia de un hombre pobre”, cuenta Pekka Niemi, de 54 años de edad, originaria de Helsinki, quien pasa tres horas al día en el sauna, seis días a la semana.
“Si un enfermo no se cura con alquitrán, trago o sauna, se va a morir”, dice, citando un proverbio finlandés (el alquitrán se utilizó históricamente como un antiséptico).
Para enfriar los ánimos
A pesar del calor, que puede alcanzar hasta los 160ºC, los finlandeses insisten en que las saunas ‘enfrían’ las situaciones tensas.
El Parlamento finlandés tiene su propia sauna para que los diputados debatan dentro de ella y todas las misiones diplomáticas y consulares finlandesas en el mundo tienen su propia sauna.
El expresidente y Nobel de la Paz Martti Ahtisaari utilizó la diplomacia de sauna -reuniones diplomáticas en la sauna- para avanzar negociaciones desde Tanzania a Indonesia.
Durante la Guerra Fría, Urho Kekkonen -quien fue presidente durante 26 años- negoció con diplomáticos soviéticos en la sauna de su residencia oficial.
La vida en torno al sauna
Hoy en día, Finlandia es una nación de 5.3 millones de personas y 3.3 millones de saunas, que se están en hogares, oficinas, fábricas, centros deportivos, hoteles, barcos y hasta en minas bajo tierra.
Aunque el hábito de Pekka Niemi puede resultar excepcional, el 99% de los finlandeses van a la sauna por lo menos una vez por semana y mucho más cuando visitan su casa de verano en el campo. Allí el modelo de vida tiende a girar en torno a la sauna y a un lago cercano que se utiliza para refrescarse.
Pero no se puede suponer, sin embargo, que la sauna sea puramente un lugar para la diversión y los juegos. Ciertamente no lo era en el pasado.
“A los niños se les enseñaba a comportarse dentro de una sauna como si estuvieran en la iglesia”, afirma Jarmo Lehtola de la Saunaseura (Sociedad Finlandesa de la Sauna), una organización dedicada a la defensa y la preservación de la cultura tradicional de la sauna.
Fundado en 1937, este club privado de 4.200 miembros tiene su sede en una isla a 15 minutos en autobús del centro de Helsinki. Está rodeada por un bosque de abedul plateado y tiene vista hacia el tranquilo mar Báltico.
Un letrero en la puerta de entrada indica que se apague el teléfono móvil.
“La sauna es para la mente. Realmente ayuda a calmarse en una sociedad moderna donde nunca se está tranquilo”, dice Lehtola. “Cuando uno entra a este lugar de meditación, está oscuro y por lo general tan caliente que no se quiere hablar”.
Hay una idea generalizada que Lehtola está muy interesado en disipar. “La sauna no tiene nada que ver con el sexo en Finlandia”, dice enfáticamente.
“Pero en lugares como Alemania en la década de 1970 y 1980 tenía mucho que ver con el sexo”.
Saunas públicas
Lehtola insiste en que nunca ha disfrutado de una sauna más allá de las fronteras de Finlandia, a pesar de que lo ha intentado en muchos países.
A decir verdad, tampoco le gustan algunas saunas públicas de Helsinki. Dos de ellas -Kotiharju y Arla- datan de 1920 y se encuentran en Kallio, un barrio de clase tradicionalmente obrera.
Los obreros que vivían en hogares sin instalaciones de baño solían visitar estas saunas para relajarse, socializar y ser lavados por lavanderas. Ahora los nuevos habitantes de la zona -estudiantes, artistas y turistas aventureros- van allí a sudar y beber cerveza fría.
En Arla, el ambiente contrasta con la atmósfera contemplativa de Saunaseura. El famoso recato finlandés no se ve por ningún lado. La gente parece disfrutar hablando con completos desconocidos al desnudo, siempre y cuando sea dolorosamente caliente.
Y también hay alcohol. Afuera en el patio, la gente envuelta en toallas abre botellas de cerveza, mientras el vapor sale de sus cuerpos.
Antes había más de 100 saunas públicas en Helsinki, casi una en cada esquina. Sin embargo, el número comenzó a declinar en la década de 1950 cuando la gente comenzó a comprar sus propias casas, con sauna privada.
La capital cuenta ahora con sólo cuatro saunas públicas. Una de ellas es el nuevo Kulttuurisauna o Cultura Sauna, la primera que se construye en la ciudad desde hace medio siglo.
“En el ADN”
Minna Kurjenluoma, de 35 años, dice que la sauna jugó un papel importante en su crecimiento.
“Quien comparte una sauna con su abuela, ha visto el cuerpo de una mujer mayor sin ropa y creo que eso es muy bueno porque no se ve muy a menudo. Es muy saludable ver los diferentes tipos de pechos y traseros que no se muestran en las revistas”.
Tras refrescarse en el mar Báltico en Saunaseura, Jarmo Lehtola contempla lo que sería la vida sin saunas.
“No habría Finlandia sin la sauna. Está en nuestro ADN”, dice.
“Si alguien quiere entender lo que es ser un finlandés, entonces tienen que entender lo que es una sauna. Si usted no experimenta sauna entonces usted no experimenta Finlandia”.
Fuente: (BBC)