Uno de los principios astronómicos básicos de los que se parte para buscar planetas donde podría existir alguna forma de vida, es la combinación de rocas y agua. Hasta ahora, la Tierra es el único planeta conocido donde estos dos elementos coexisten, según se ha teorizado, como una base fundamental que hizo posible el surgimiento de vida.
De ahí la importancia del descubrimiento recientemente anunciado de un asteroide o cuerpo planetario que, de acuerdo con observaciones realizadas con los telescopios Hubble y Keck (este último instalado en Mauna Kea, Hawái), que al parecer en algún momento de su historia contó también con la presencia de un suelo rocoso y abundante agua en su superficie, “clave en la búsqueda de planetas habitales fuera de nuestro Sistema Solar”, según declaró el astrónomo Boris Gänsicke, dela Universidad de Warwick.
El cuerpo en cuestión ha sido denominado GD 61 y se encuentra a unos 150 años luz de la Tierra, orbitando una moribunda estrella enana blanca que ha perdido ya su energía nuclear. Ahora el GD 61 no es más que los restos del que alguna vez fue un planeta de 90 km de diámetro y con un 26% de agua en su composición (en la Tierra este porcentaje es de apenas el 0.023%).
Como sea, este cementerio planetario orbitando en torno a las brasas de su estrella parental es una rica fuente de información acerca de su vida pasada. En estos remanentes se encuentran las pistas químicas que indican la existencia previa de un cuerpo terrestre rico en agua”, agregó Gänsicke.
Fuente: (Pijama Surf)