Si definimos al suicidio como hacer algo deliberadamente para acabar con la vida, entonces hay varios ejemplos.
Las abejas nos pican a pesar de que eso las mata; algunas especies de pulgones se cubren de un fluido azucarado que hace que se peguen a su depredador, la larva de mariquita, aunque eso implique la muerte de los dos.
Pero esos son ejemplos de sacrificio altruista para proteger a la colonia.
Para que cuente como suicidio, el principal motivo del animal debería ser sencillamente escapar de su propio sufrimiento, más que dar la vida noblemente por una causa que supera al individuo.
Para nosotros, eso es casi imposible de determinar.
Las ratas que están infectadas con el parásito Toxoplasma gondiipierden el temor a los depredadores así que tienen más posibilidades de ser comidas por los gatos.
El parásito evolucionó para causar ese efecto pues los gatos son sus principales huéspedes y se benefician al terminar en el intestino de los felinos.
Llamar a la conducta de la rata infectada «suicida» es exagerar la definición, pues la rata no está actuando completamente por su voluntad.
No obstante, un estudio de 2013 del Imperial College de Londres encontró que puede haber una conexión entre la infección T. gondii en los humanos y la esquizofrenia.
Si aceptamos que los enfermos mentales pueden suicidarse, ¿por qué no las ratas?
El suicidio puede ser difícil de distinguir de un acto de osadía o un accidente, incluso cuando se trata de humanos.
Sin embargo, si aceptamos que algunos animales pueden sufrir depresión u otras enfermedades mentales, sería razonable suponer que eso podría llevar al suicidio.