Ayer el Jefe de Policía de Nueva York, Ray Kelly, no fue permitido hablar en las instalaciones de la universidad Brown por los alumnos que se encontraban molestos por su discriminación racial. Los alumnos están en su derecho de estar enojados, desafortunadamente son el caso más reciente de activistas universitarios que creen que su disgusto es más importante que la libertad de expresión.
Kelly solamente es la víctima más reciente de actos como este. En 2002, manifestantes impidieron que hablará Benjamín Netanyyahu en la Universidad de Concordia en Montreal. En el 2009, activistas en la Universidad de Carolina del Norte hicieron que se cancelará un discurso programado por Tom Tancredo.
Pasa algo más grande aquí. En la superficie, las universidades como Brown parecen ser liberales, pero este consenso aparente oculta una brecha enorme entre los alumnos y maestros que tienen opiniones central izquierdistas, pero aceptan las normas básicas de lo justo y consideran que la libertad de opinión es un engaño para que los que estén en poder puedan ejercer su racismo, sexismo, elitismo, imperialismo y homofobia.
Convencidos de que la libertad de opinión es una ilusión, toman venganza en el único lugar donde las circunstancias estarán a su favor y manifiestan su espíritu totalitario que creen que caracteriza a la sociedad actualmente.
En 1949, cuando unos estadounidenses liberales creían que tenían más en común con Joseph Stalin que con Robert Taft, Arthur Schlesinger argumentó que la gente de derecha e izquierda que creían en la democracia y garantías individuales tenían que crear un “centro vital” que vaya en contra del totalitarismo de derecha (Nazismo) y de izquierda (Stalinismo).
Eugene Genevose escribió un libro, titulado The New Republic, dónde habla del libro Liberal Education de Dinesh D’Souza que habla de universitarios izquierdistas amenazando la libertad de expresión. Ambos hablan de cómo en Estados Unidos se necesita un “centro vital”.
La política de Ray Kelly es injusta para los afro americanos, latinos y musulmanes, pero eso no debe quitarle la libertad de expresarse. Cualquier liberal decente debería defender sus derechos de libertad de expresión y de los demás. Al final del libro de Genovese, concluye que las universidades deben mantenerse abiertos a ideas poco populares.
Publicado por Othón Vélez O’Brien.