Más vale grabarse bien esta palabra, pues la escucharemos a menudo en el futuro cercano: Lybrido.
Se trata un medicamento producido por Pfizer para tratar el trastorno del deseo sexual hipoactivo, un padecimiento que provoca una nulificación del deseo sexual en 10% de las mujeres, según la International Society for Sexual Medicine. Pero Lybrido no es propiamente un “Viagra femenino”, como se dice: mientras el Viagra aumenta el flujo sanguíneo del hombre para lograr mantener una erección (mecanismo fisiológico), Lybrido reduce el “freno sexual” y le permite a la mujer excitarse físicamente (y aquí viene lo importante) siempre y cuando esté excitada emocionalmente.
Lybrido no produce una excitación artificial, sino que permite que la excitación “natural” se manifieste cuando esta está impedida por una baja en la testosterona de la mujer. Aunque el medicamento no estará disponible sino hasta el 2016, los escépticos del Lybrido ya afirman que se trata de una pastilla para volver “ninfómanas” a las mujeres, y en medios como el New York Times (“salvar la monogamia”) se han reflejado dudas sobre la pertinencia de producir una droga que permita al deseo femenino manifestarse –argumentos, cuando los hay, que parecen hacer ver como que la hegemonía falocentrista tiembla nuevamente de miedo. ¿Por qué? Porque darle testosterona a una mujer les presenta a la imaginación las caricaturas de hordas de mujeres sedientas de sexo. La realidad es mucho peor.
El doctor Jos Bloemers, director de operaciones de Emotional Brain B.V. en Holanda, donde se desarrolla Lybrido, afirmó que “hay una relación entre la administración de testosterona y la agresión, pero esto sólo se presenta cuando se administran altas dosis cada día. Necesitarías tomar más de 100 tabletas de Lybrido o Lybridos al día por un largo periodo de tiempo para ver tales efectos.”
Y es que, al igual que el Viagra, Lybrido vuelve al cerebro más sensible al estímulo sexual, pero por sí misma ninguna droga es mágica: “Un estímulo sexual puede inducir una respuesta sexual”, afirma Bloemers, “pero el estímulo necesita ser suficientemente potente.” Dicho de otro modo, si la pareja sexual de una mujer no es apta para encender su deseo sexual durante las 3 a 6 horas que dura el efecto de la pastilla, Lybrido no hará el trabajo por sí mismo.
Más que la preocupación por las posibles complicaciones de Lybrido, sus “críticos tienen miedo de que signifique que la mujer puede tomar el control de su propia sexualidad de esta manera”, dice la doctora Susan Harper, socióloga, antropóloga y profesora de sexualidad, salud femenina y estudios de género en Texas. “Tienen miedo de que las mujeres que usen Lybrido serán capaces de usarlo para tener sexo cuando quieran, por su propia voluntad, más que esperar a que los hombres tomen la iniciativa. Nadie expresó preocupaciones similares sobre el Viagra.”
El problema de fondo, la terrible realidad, sigue siendo cultural: un dossier de Sin Embargo analiza desde diversas ópticas la manera en que la violencia de género no sólo se manifiesta con total impunidad en México, sino que las mismas autoridades suelen ser cómplices de la perpetuación de la cultura de la violación al consecuentar el maltrato físico de un hombre hacia la mujer si esta “no cumple con sus obligaciones” como mujer, a saber, el estar disponible sexualmente cuando el hombre la requiera, como un objeto sexual.
“Medicalizar la sexualidad en cualquier género ignora los factores culturales que influyen en la sexualidad”, afirmó la doctora Harper. “Sólo porque alguien es físicamente capaz de tener relaciones sexuales no significa que necesariamente quieran tener sexo, o que quieran tener sexo con tal o cual pareja.” Y es que la investigación muestra que la disfunción sexual femenina es más bien un producto constituido por factores culturales, interpersonales y psicológicos, como una mala autoimagen, inseguridad en la relación y traumas sexuales; factores que ninguna droga será capaz, por sí misma, de remediar.
Y si necesitáramos una droga para enseñar a los hombres a respetar a las mujeres, probablemente la sociedad haya llegado al punto de no retorno.
Por el momento, para Bloemer, la prioridad y la esperanza es que “estas drogas ayuden a mejorar la vida sexual y por lo tanto a disminuir la angustia que [algunas mujeres] experimentan a causa del trastorno del deseo sexual hipoactivo.” Mientras la medicina hace su parte, la cultura y la educación deberán hacer lo propio para establecer una firme igualdad entre hombres y mujeres.
Fuente: (Avant Sex)