Del caso que voy a escribir a continuación voy a plantear más que nada el proceso de pensamiento que produjo los síntomas de este sujeto, y el método psicoanalítico de la cura lo voy a dejar a un lado pues pretendo ilustrar una estructura más que una técnica con este artículo.

Ernst Lanzer, o como se lo conoce generalmente El Hombre de las ratas, es el caso mejor organizado y descrito de Freud; y es considerado la única cura exitosa del mismo, aunque Ernst murió poco tiempo después de haber logrado la cura.

Ernst consulta a Freud por varios síntomas entre los que se encuentran: el temor de que les sucediera algo a las dos personas a las que más quería: su padre y la dama de sus pensamientos. Sentía, además, impulsos obsesivos, tales como el de cortarse el cuello con una navaja de afeitar, y se imponía prohibiciones que se extendían también a cosas triviales e indiferentes.

El narra eventos de su infancia en los que demuestra un desarrollo sexual precoz, ya que buscaba ver y tocar desnudas a sus institutrices, que en algún momento las escucho hablar sobre él y decir que no era muy inteligente pero sí muy sexual. Narró sentir constantemente el deseo de ver a ciertas mujeres desnudas, pero fue hasta la adolescencia que los síntomas comenzaron, pues sentía junto a los deseos hacia las mujeres una inquietud, como si algo malo fuera a suceder y el tuviera que evitarlo. Cuando Freud le pregunta por estos temores, dice que desde joven le preocupó la muerte de su padre lo que lo llenaba de tristeza, y aunque el padre de Ernst en ese momento ya ha muerto estos temores (de que algo malo suceda) prosiguen. Freud lo pone en estas palabras «Si tengo el deseo de ver desnuda a una mujer, mi padre morirá.»

Después Ernst le dice el porqué de su visita, y le cuenta que durante el descanso en una marcha mientras cumplía el servicio militar, perdió sus lentes y al no poder encontrarlos escribió a su oftalmólogo en Viena para que le enviara otro par; y durante ese descanso tuvo la oportunidad de platicar con un capitán de apellido checo que le narró un método de tortura  muy singular que se ocupaba en oriente, pero al tratar de narrarlo se detenía y fue Freud quien  tratando de completar sus frases logro obtener la rememoración del sujeto, que según Freud “tenía una expresión compleja y bizarra, expresión que no podría traducir de otro modo que como el horror de un goce que el mismo ignora”;  la tortura consistía en atar al condenado en una posición de tal virtud que le ataban un orinal a los glúteos, este con una abertura hecha al otro extremo por el que se introducían algunas ratas, que eran fustigadas con fierros candentes, por lo que se introducían en el ano del condenado muriendo asfixiadas minutos después, y el condenado también. Cuando por fin concluyó el relato de la tortura dijo que en ese momento le pasó por la mente que ese castigo le pasaba a alguien que él quería, pero que era aplicado de forma impersonal, Freud le dijo que se refería a la mujer amada, Ernst después de una pausa le dijo que esos pensamientos iban en contra de su personalidad. En ese momento el desarrolló el primer síntoma neurótico, que servía para que la representación no se llevara a cabo en la realidad, y era decir ¡Que tonterías se te ocurren!  Pero Ernst dijo que esto servía para detener ambas ideas, lo que llamó la atención de Freud, por lo que confesó que la representación también era someter a su padre al mismo castigo.

Ya que su padre había muerto hace algunos años, hacía de este miedo de que le sucediera el castigo, aun más ridículo que el primero de que le sucediera a la persona amada.

Continuará…