De luto permanente por la violencia criminal y asfixiados por la pobreza, los hondureños eligen el domingo un nuevo gobierno con dos favoritos a la presidencia radicalmente opuestos: Juan Orlando Hernández (derecha) y Xiomara Castro (izquierda).
Resguardados por los militares, los centros de votación se preparaban este sábado para abrir mañana en un ambiente enrarecido por temores de fraude y crispación que acrecientan los pronósticos de un resultado reñido.
Hernández, presidente del Congreso y candidato del gobernante Partido Nacional (PN), y Castro, esposa del derrocado presidente Manuel Zelaya y aspirante del partido Libertad y Refundación (Libre), figuran en empate técnico en la última encuesta independiente.
Ambos ofrecen dos modelos contrarios para un país fracturado tras el golpe de Estado del 29 de junio de 2009: Hernández, un abogado de 45 años que encarna el continuismo del modelo neoliberal, y Castro, la ex primera dama de 54 años que promete un “socialismo democrático a la hondureña”.
“Vamos al poder, vamos a la victoria, a recuperar nuestra patria”, dijo Castro en vísperas de la votación. De su lado, Hernández aseguró que obtendrá una victoria holgada para hacer de Honduras un país “próspero y seguro”.
La elección tiene lugar en un escenario sin precedentes: está en jaque el bipartidismo -el PN y el Partido Liberal (derecha)- que gobernó por más de un siglo; se presenta un récord de nueve partidos políticos -cuatro surgidos tras el golpe- y una mujer pelea la presidencia con posibilidad real de triunfo.
Castro aspira a ser la primera presidenta de Honduras con una popularidad ganada a pulso en las protestas callejeras luego de que Zelaya fuera derrocado por una alianza militar, empresarial y política de derecha cuando su gobierno liberal giró a la izquierda.
A estos comicios están convocados unos 5,4 millones de electores para elegir al sustituto del presidente Porfirio Lobo, 128 diputados y 298 alcaldes para los próximos cuatro años.
Sea quien sea, el ganador de los comicios recibirá un país con el récord mundial de homicidios -85,5 por cada 100.000 habitantes-, comido por la corrupción y en una crisis económica sin precedentes, altamente endeudado y con un déficit fiscal de más del 6% del PIB.
“Esto ya no se aguanta. La delincuencia nos tiene acorralados, no hay trabajo, la situación de los hospitales y la educación es terrible. Yo ya no espero que las cosas mejoren, pero no podemos estar peor”, dijo a la AFP Ericka Ordóndez, de 35 años, mesera en un pequeño restaurante de Tegucigalpa.
En el país más violento del mundo, los carteles de la droga pasean enseñoreados y tienen decenas de pistas aéreas clandestinas, las pandillas controlan barrios enteros, donde cobran el impuesto de guerra (extorsión) a choferes de buses y taxis, comerciantes, empresas y hasta a las vendedoras de tortilla.
Hernández, que hizo de la seguridad su bandera de campaña, promete acabar la violencia con la Policía Militar, que ya tiene desplegados 1.000 efectivos de los 5.000 previstos para los comicios; Castro propone enviar a los militares a guardar las fronteras para frenar el tráfico de drogas y combatir las pandillas con policía comunitaria.
No menos grave, el futuro presidente recibirá un país -uno de los cuatro más pobres de América Latina, junto con Haití, Bolivia y Nicaragua- con un 71% de sus 8,5 millones de habitantes en pobreza y un 40% de subempleo.
Castro culpa a las políticas de libre mercado y ofrece impulsar la microempresa, la agricultura y promover un cambio en la Constitución para fundar un sistema menos excluyente. Su adversario afirma que atraerá inversiones, creará más de 100.000 empleos y promoverá proyectos como el de las ciudades modelo al estilo Hong Kong.
La acción criminal en los barrios y la polarización política que quedó en el país tras el golpe de 2009 ha prendido las alarmas ante eventuales brotes de violencia.
“Tenemos un plan de contingencia para los lugares más conflictivos, anunció este sábado René Osorio, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. La policía hasta creó una comisión de “crisis”.
El partido Libre, creado por Zelaya con las fuerzas liberales y grupos sociales que lo apoyaron tras la asonada, expresó el viernes “desconfianza” en la cúpula del Tribunal Supremo Electoral (TSE), por considerarla “parcializada” en favor del candidato oficialista.
Pero las autoridades lo niegan y llaman a votar para bajar los altos niveles de abstención, del 50% o más, habituales en comicios hondureños.
La fragilidad institucional que prima en el país tras el golpe atrajo a unos 800 observadores internacionales, que se desplazarán por los 18 departamentos del país.
AFP