Imaginen algo que sea físicamente posible, pero al mismo tiempo muy difícil de hacer. Ahora imaginen algo más complejo todavía. Les aseguro que en muchos casos nadie pensó en algo tan complicado como castrar a un hipopótamo.
No sólo son criaturas que llegan a pesar entre 1.5 y 3 toneladas y no son muy receptivos a la idea de que se les remueva algo; pero lo que complica todo aún más es que sus testículos son casi, casi anti-castración; se encuentran metidos en el abdomen y, además, se mueven para escapar del cuchillo (o tijeras de jardinero, lo que sea que se use para castrar hipopótamos).
Tal vez te estés preguntando ¿Por qué alguien querría castrar a un hipopótamo? Y si estás pensando en hipopótamos salvajes tendrías toda la razón, son animales en peligro de extinción y no se les debería de castrar. Sin embargo, dentro de los zoológicos la historia es otra. Una hembra puede llegar a tener hasta 25 pequeños en sus 40 años de vida. Ahí es cuando se vuelve un problema y la idea de castrarlos no es mala. Además, haciendo eso se reducen las peleas entre machos de la agresiva especie, lo cual también es favorable y nos hace pensar si no sería buena idea castrar a uno que otro malandrín.
Un dato interesante de estos majestuosos animales es que están distantemente relacionados con las ballenas y otros cetáceos (como se puede ver en la foto superior) y es por eso que pueden esconder sus testículos en su abdomen. Otro dato interesante es que ellos mismos producen su propio protector solar y antibiótico y lo hacen sudando. Así es, su sudor los protege del sol y de las infecciones.
Bien, ahora sí, para castrar a un hipopótamo lo primero que se debe de hacer es conseguir un hipopótamo, seguidamente se debe anestesiar al animal (lo cual puede ser difícil por el grosor de su piel), una vez que la bestia esté apaciguada (o sea, inconsciente) se le da la vuelta, se le pone de costado y con una cuerda se le sube una pierna, en ese momento se saca un aparato de ultrasonido para localizar los testículos que después se masajean hasta que llegan a la punta del abdomen donde se planea hacer la incisión. Si los testículos se llegan a retraer, simplemente se vuelve a sacar el aparato de ultrasonido y se repite el procedimiento.
¿A qué voy con todo esto? Simplemente quiero hacer notar lo ingeniosa que puede ser la naturaleza. Tanto así que grupos de científicos se han tenido que juntar para poder descifrar cuál es la mejor manera de deshacerse de las gónadas de ese animal que los griegos llamaban “caballo de río”.