El síndrome de burnout se trata de un proceso por el cual las personas pierden interés en su trabajo hasta llegar, incluso, a profundas depresiones.
El ritmo de vida y las múltiples tareas que deben asumir hombres y mujeres hacen que el estrés sea una palabra común en el vocabulario y sea considerada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como una “enfermedad peligrosa para las economías industrializadas y en vías de desarrollo, que perjudica la producción al afectar la salud física y mental de los trabajadores”.
Carmela Rivadeneira, del Centro de Terapia Cognitivo Conductual y Ciencias del Comportamiento (Cetecic), indica que es necesario diferenciar el estrés laboral del síndrome de burnout. El primero “es el resultado de exigir mucho al cuerpo y a la mente y saturarlas en sus límites normales”, mientras en el burnout, la característica principal es que la persona tiene sus parámetros fisiológicos elevadísimos (presión arterial, taquicardia, gastritis, etc.) y no se da cuenta de ello. “Es como si se hubiera habituado a sentirse mal y ya ni lo percibe”, explica Rivadeneira.
Un sondeo realizado por trabajando.com a 3.100 personas revela que el 82% se encuentra insatisfecho con su trabajo actual. De ellos, el 63% está buscando otras opciones, un 10% lo toma como una ayuda mientras arma su propio proyecto y el 9% dice que, pese a que no le gusta, se conforma. Estudios realizados muestran que el síndrome de burnout afecta, al menos, al 30% de la población en forma agravada y esta cifra sube al 50% en estadios más leves.
Las consecuencias del burnout se resumen en un malestar generalizado de la persona, expresado en el cambio de hábitos alimenticios, de descanso y de actividades recreativas.
Para afrontarlo Rivadeneira sugiere intentar dormir 8 horas, comer en forma balanceada, no aumentar las horas de trabajo (no más de 8 horas), hacer pausas en su trabajo, además de ejercitarse en la semana y tener momentos de ocio.
Con información de El Universo