Las obligaciones y el estrés suelen pasarle la cuenta a muchos, generando cuadros de cansancio y dolores musculares. Cuando estos síntomas son más marcados y generan dificultades en el día a día es necesario consultar al médico, ya que podría tratarse de otra patología: la fibromialgia.
“Sufría muchos dolores, fui a numerosos médicos. Nadie creía en lo que me pasaba y me trataban de exagerada. Al comienzo me diagnosticaron artrosis y comencé un tratamiento, pero mis dolores aumentaron. Finalmente un reumatólogo me diagnosticó fibromialgia. Recién ahí empecé a entender lo que me estaba pasando y a buscar formas de manejarlo”, señaló Hellen Figueroa, una chef de 35 años y madre de 3 hijos. Su testimonio da cuenta de la realidad de muchos pacientes, con un diagnóstico que no es fácil y cuya búsqueda los somete en la incertidumbre de una enfermedad casi invisible para los demás, pero muy real para ellos.
La fibromialgia es un síndrome de dolor crónico poco comprendido que muchas veces se confunde con cuadros de tensión o cansancio generalizado.
Se caracteriza por dolor músculo esquelético generalizado, sueño poco reparador, fatiga crónica, depresión, estrés difícil de controlar y puntos dolorosos específicos, todo esto en el contexto de la ausencia de patología orgánica aparente, que afecta fundamentalmente a mujeres, en una prevalencia de casi un 90%.
Diagnóstico
El camino, desde que un paciente comienza con los primeros síntomas, hasta el diagnóstico final, no suele ser fácil.
“La gran heterogeneidad de los sistemas afectados, además del dolor, hace que muchas veces los pacientes deambulen por distintos sistemas de salud y especialidades médicas, con una infinidad de exámenes cuyos resultados son normales y por ello no se les hace el diagnóstico correcto”, indica el neurólogo Alex Espinoza, agregando que no existe un examen específico que apoye el diagnóstico, sino que éste es eminentemente clínico, descartando otras causas de las dolencias.
Para el especialista, un diagnóstico certero debe considerar además la duración del cuadro, al menos 3 meses, y la aplicación aplicar una escala de índice de gravedad de los síntomas y un índice de dolor generalizado.
Alivio del dolor
El tratamiento debe tener un enfoque multidisciplinario y es fundamentalmente sintomático. Tiene por objetivo aliviar el dolor y sus síntomas asociados. Una de las terapias aprobadas es la pregabalina, un fármaco validado en el tratamiento de esta enfermedad, con una vasta cantidad de estudios científicos que demuestran su efectividad.
Además de tener un efecto analgésico, tiene propiedades ansiolíticas e hipnóticas que favorecen el sueño. Su aprobación ha sido muy relevante ya que significó un gran avance en el conocimiento fisiopatológico de esta enfermedad y, para Espinoza, es recomendada en esta patología, ya que además presenta muy buena tolerancia en los pacientes, con bajo porcentaje de interacciones.
Recomendaciones
Para el manejo de esta dolencia, como en muchas otras, es fundamental la relación médico paciente. “El paciente debe tener su diagnóstico claro, entenderlo y ajustarlo a expectativas reales de recuperación. Además, es fundamental el manejo multidisciplinario, con estudio reumatológico y general completo, con una evaluación neurológica, gastroenterológica y siquiátrica si es necesario”, enfatiza Espinoza.
Para el neurólogo, el paciente debe aprender a convivir y aceptar el dolor, manejado por equipo de psicología, educando de manera importante a la familia y al entorno. Dentro de las medidas generales, es importante mantener la higiene del sueño, llevar una alimentación sana y equilibrada y realizar actividad física sistemáticamente según la tolerancia, además de abundante hidratación, considerando siempre el manejo del estrés, apoyándose también en terapias complementarias.
Con información de BBCH