Nuestro tiempo se caracteriza por la exacerbación de contradicciones y en el caso de la relación entre la mujer y el hombre no podría haber excepción. El machismo crece con toda su gama de aberraciones pero la revancha también. Ya de pronto es difícil saber de dónde viene todo esto pero el caso es que unos y otros nos enfrascamos en constantes conflictos que derivan en la segregación de ambos géneros en una realidad de desencanto y soledad. Ciertamente que los hombres reproducimos el machismo pero también la mujer. El afán de poder se enaltece muchas veces en su forma más nefasta, la dominación hacia los otros.
Los hombres por un lado han de buscar la sumisión de la mujer, su posesión y sometimiento, y hasta en muchos casos su falta de desarrollo, que no estudien ni trabajen y la mujer el celo obsesivo, la manipulación y el chantaje.
Ciertamente que los casos más extremos vienen de los hombres. La fuerza física mayor determina que los hechos de violencia hacia la mujer sean más graves: golpes, violaciones y asesinatos incluida también violencia emocional. Pero en el sentido inverso las cosas no siempre son menores. Y entonces vemos que solapadas en el feminismo las mujeres exigen y someten muchas veces sin grandes miramientos.
Así el feminismo no considera la naturalidad del machismo, su raíz biológica, pero también no considera la raíz biológica de su superación, una masculinidad funcional una vez alcanzada la madurez, cayendo necesariamente en un hembrismo pues la infancia adolescencia del varón es entendida como una expresión de maldad intrínseca, inexplicable o gratuita que merece por tanto ser agredida irremisiblemente.
Claro, el caso es que ambos mujeres y hombres somos inmaduros, inconscientes aún de nuestro papel en la naturaleza por lo que seguimos y seguiremos viendo nefastos sucesos de actitudes abusivas de los hombres hacia las mujeres como de estas hacia aquellos, hasta que la muerte (o la vida) nos redima: la conciencia de la naturaleza.
Un servidor a de aclarar que piensa que la crisis actual es una crisis fundamentalmente masculina donde además está en juego la superación del carácter femenino de la humanidad, la dependencia ecológica. Así es una crisis de hombres que los hombres principalmente hemos de resolver, claro indispensablemente con la apreciación de lo femenino y de la naturaleza.
Escrito por Eduardo García.