México 2, Croacia 1 es el marcador que podría sucitarse en el próximo juego de hoy a las 15:00 hrs. Checa esta reflexión al respecto.

Son las 14 horas con 45 minutos del día y un sol radiante baña de luz los verdes pastos de la Arena Pernambuco en Brasil, donde dos titanes del futbol mundial que han logrado llegar a este mundial se enfrentan el día de hoy. Por un lado de los vestidores del majestuoso y renovado estadio, se encuentra la selección de futbol de Croacia. En los otros vestidores de verde y blanco, la querida escuadra del equipo mexicano. Faltan solo 15 minutos para qué empiece el encuentro, ambos equipos realizan sus últimos preparativos y ajustes para el gran partido.

Con harta y profunda devoción, el equipo croata le pide a Nuestra Señora de Međugorje (raro pero así le llaman a la “milagrosísima” virgen en Croacia) que les favorezca la victoria. Al mismo tiempo el equipo mexicano le pide a la morena del Tepeyac que les apoye con el  propio milagrito de ganar esta vez…. ¡Si se puede, Si se puede! terminan gritando después de rezar y persinarse los jugadores aztecas. La inmaculada Señora de Međugorje o la virgen de Guadalupe que curiosamente es la misma, y que solo difiere en sus apellidos y vestimenta, muy consternada, tiene que elegir a cual equipo echarle la mano esta vez. Difícil tarea tiene la Sra. quien acostumbrada a estos menesteres espera y sonríe. ¿A quién ayudará la Santísima? ¿Quién gozará de la bendición divina durante los próximos 90 minutos? ¿A quién apoyará en este torneo? ¡A ninguno! …..Porque además de que la Santa Sra. no es futbolera, pues nos dice el sentido común qué de existir, debería de estar inmiscuida en asuntos de mucha mayor importancia. Pero independientemente de los gustos o disgustos recreativos de Doña Lupe o la Doña de Međugorje, el partido debe comenzar.

¿Y, quién ganará? ¿El mejor? No, no necesariamente. Ganará el que esté más preparado para aprovechar las oportunidades que se den en la cancha, las oportunidades del momento. Ni estricta, ni necesariamente ganara el mejor en términos generales, ganará el mejor en ese momento particular. Las creencias y las costumbres religiosas existen desde hace siglos (para bien o para mal…. posiblemente más para mal que para bien) y curiosamente, a menudo, son los más religiosos los que más usan el nombre de Dios o su supuesta madre en vano (en México hay muchos así, en Croacia también). Pedirle a Dios, a Jehová, a Yahvé, a la Virgen, a la Santa Muerte, es válido, si es que al que pide le genera tranquilidad y esperanza. Sin embargo, la verdadera tranquilidad, la profunda confianza, la verdadera esperanza, lo que realmente se puede esperar, depende de nuestra preparación, de nuestra habilidad ganada con esfuerzo y trabajo para poder aprovechar el entorno bueno o malo. Estrictamente hablando, el solo hecho de estar, de ser, de existir, aunado a estar sano y con posibilidades, nos dice de una u otra forma que sin duda, ya tuvimos la manita divina, independientemente de los apellidos de Dios o de alguno de sus cercanos “familiares”.  Lo que siempre necesitamos, pero que no siempre hacemos, es prepararnos lo mejor posible y jugar nuestros partidos y nuestro puesto en la cancha aprovechando las oportunidades, las ventajas y desventajas en el terreno de juego con responsabilidad, congruencia y consistencia, con pasión y con entrega. No me refiero a que no sea bueno o necesario creer en algo, pero… ¡Que mejor que creer en nosotros mismos! en responder a lo que “dios” ya nos dio, y ponernos a trabajar y dar respuesta multiplicando lo mucho o poco con lo que nos favoreció el universo para jugar nuestros partidos, para meter goles, para disfrutar, para vivir. Por eso digo que muy probablemente, preparándonos más, actuando más y pidiendo menos, nuestro marcador final en el desempeño en la cancha de nuestra propia existencia será más positivo, todo ello, sin la necesidad ilusoria de los favoritismos divinos.

 

Para reflexionar
Alfonso del Valle Azcué