Frente al espejo, Aesha Mohammadzai ve lo que es posible. Ahí, en medio de su cara, hay ya una pieza casi completa de sí misma – algo que había desaparecido de su rostro cuando fue mutilada hace casi cuatro años.
Desde agosto de 2010, cuando protagonizó en la portada de la revista Time, se hizo famosa por lo que no tenía. Su marido y sus suegros, talibanes, le amputaron la nariz y las orejas como castigo por huir.
Su rostro desfigurado se convirtió en un símbolo para las mujeres oprimidas en Afganistán, un recordatorio de lo que podría volver a Afganistán si los talibanes recuperaban el control. Hoy, ella está a solo unas cirugías menores se tener la nueva nariz que anhelaba.
Los procedimientos son agotadores. Se ha tenido que someter a una dolorosa expansión de la piel de su frente, han tenido que hacerle injertos de hueso y de cartílago. Pero este verano, por fin y por primera vez en años, ella aparecerá de nuevo como era antes del ataque.
Pero la reconstrucción de su nariz y la reconstrucción de una vida son dos asuntos muy diferentes. Para la primera, depende de los demás, pero para la segunda, es Alesha quien debe hacer el trabajo.
Con el final de la transformación de su rostro a la vista, ella cree posible todo lo demás para ella y su familia: una educación, una carrera, la independencia.
“Ella es una chica muy inteligente. Y su futuro está realmente en sus manos. Pero nosotros debemos guiarle, mostrarle el camino correcto y el equivocado”, dice Mati Arsala, que ejerce como su padre y se enfrenta a sus propios retos. “No existe ninguna limitación para que ella llegue donde quiera”, asegura.
CNN ha estado siguiendo el viaje de Aesha en Estados Unidos desde enero de 2011, un año antes de que incluso pudiéramos hablar directamente con Aesha. Su viaje comenzó pasando unos meses en California, donde se suponía que debía someterse a la cirugía reconstructiva, pero se le consideró demasiado inestable emocionalmente para asumir su situación.
Luego se fue a Nueva York, donde permaneció un año bajo el cuidado de una asociación sin ánimo de lucro de mujeres afganas. Allí progresó, con la ayuda de profesores particulares, clases de inglés y terapia. Sin embargo, la red de apoyo en Nueva York no podía darle algo que ella finalmente necesitaba.
Aesha quería una familia. Y después de reunirse con Mati, su esposa Jamila Rasouli-Arsala y la hija del primer matrimonio de Jamila, Aesha inició una campaña para unirse a ellos después de meses de llamadas telefónicas. Sabiendo lo que había pasado, y creyendo que podría darle algo que nadie más podía hacerlo, le abrieron sus puertas. A finales de noviembre de 2012, se mudó a su casa en Fredrick, Maryland.
“He sufrido mucho en mi vida”, dijo Aesha, mientras Jamila la traduce, días antes de su primera cirugía en junio del año pasado. “Ahora siento que la luz entra en mi vida.”
Sus padres sustitutos, sin embargo, ahora están nadando en su propio mar de preocupaciones.
Días antes de Navidad, Mati perdió su trabajo de ingeniería con Bechtel, donde llevaba 30 años trabajando. Y Jamila, que había sido ginecóloga en Alemania antes de mudarse a los EE.UU. para unirse a Mati, ha tenido problemas para encontrar su carrera profesional. Ella tiene que completar un programa de residencia para ejercer la medicina aquí, pero hasta ahora ha sido incapaz de conseguir plaza en el programa.
Jamila ha pasado la mayor parte del año pasado en Nueva York, lejos de su familia, que trabaja en un hospital de Brooklyn como médico de familia- una baja remuneración y han mucha exigencias para los médicos en su situación – con la esperanza de que ayudaría a una residencia en Afganistán esta primavera. Pero, por tercer año consecutivo, llegó con las manos vacías.
Su movilidad como familia y profesional está limitada en parte por las cirugías de AESHA. Ella recibe tratamiento gratuito en el Centro Médico Walter Reed del Ejército Nacional en Bethesda, Maryland. Una vez que su nariz se complete en los próximos meses, los médicos se encargarán de sus orejas, un proceso reconstructivo menos engorroso, pero que llevará tiempo.
Sus orejas a ella tampoco le preocupan tanto. Su pelo oscuro, hasta la cintura, las tapa.
Cara transformada de Aesha, y su sensación de paz y consuelo en su nueva casa de Maryland, es un testimonio de su avance. Pero a medida que progresa física y emocionalmente, en otros aspectos, la vida de Aesha está en espera – tambaleante entre la inercia y la regresión.
Ha estado viviendo en una burbuja protectora desde que su proceso quirúrgico se inició hace 11 meses. Está flotando entre cirugías y apenas se relaciona con el mundo exterior. Ella y los que cuidan de ella, dicen que no puede correr el riesgo de contraer un resfriado o, peor aún, una infección.
Por eso dejó de ir a sus clases de inglés semanales y apenas habla más este idioma. Se queda despierto toda la noche viendo videos de Bollywood y sobre fabricación de joyas y duerme durante el día.
Mati y Jamila quieren darle tiempo para que se cure. Ahora no es el momento para empujarla, dicen. Muy pronto, cuando su nariz esté completa, no tendrá más remedio que seguir adelante.
Pero, ¿qué será de ella?
No hay espejo que pueda dar esas respuestas.
Si usted está interesado en hacer una donación a la cuenta personal de Aesha para apoyarla en su viaje, visite el sitio web creado en junio de 2012 por la familia que cuida de ella: El viaje de Aesha.
Frederick, Maryland (CNN)