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Desde hace mucho no puedo olvidar una escalofriante estadística de un viejo estudio: el 54% de las mujeres de entre 18 y 25 años dijeron que preferían que las atropellara un autobús que ser gordas.

Cuando lo leí, estaba horrorizada. Me pregunté quiénes eran esas mujeres que preferían sangre y huesos rotos a un poco de peso corporal adicional.

Resultaron ser mis amigas y tal vez también las tuyas. Algunos hombres también (pero de eso escribiré después).

“¿Qué tan rápido va el camión?”, preguntó mi amiga Lisa. “¿Qué tan gorda tendría qué estar?”.

“¿Me lastima la parte superior del cuerpo o la inferior?”, preguntó Naomi. “Bueno, además”, dijo, mientras cenaba unos fideos japoneses, “tal vez tengan que reconstruirte la mandíbula y definitivamente bajarías de peso”.

Sin embargo, las mujeres no necesitan sortear el tránsito para sufrir en nombre de la belleza. Estos horribles juegos comparativos son más parecidos a la realidad de lo que podríamos pensar.

Muchas de nosotras soportamos dolor todos los días en nombre de la belleza. Nos arrancamos los vellos con cera caliente, estilizamos nuestro cuerpo con corsés modernos y nos quemamos el cuero cabelludo con tintes.

Pedimos a los médicos que extraigan la grasa de nuestros muslos, que inyecten botox en el rostro y que inflen nuestros senos con silicón. Metemos los pies en zapatos con tacones de rascacielo y con ángulos profanos y, como lo han dicho una y otra vez los especialistas, esas fabulosas zapatillas Louboutin provocan toda clase de lesiones: desgarres musculares, rupturas de ligamentos y fracturas por tensión.

¿No hemos superado esto? ¿No se supone que hemos recorrido un largo camino para evolucionar? Podríamos pensar que el Fin del Hombre traería consigo el fin de la depilación brasileña.

Difícilmente.

Según la Asociación Estadounidense de Cirujanos Plásticos, el año pasado se realizaron casi 15 millones de cirugías estéticas, un incremento del 5% en el sector. Los procedimientos realizados con mayor frecuencia fueron las aplicaciones de Botox y las cirugías de estiramiento facial. Sara Blakely, fundadora de Spanx, una marca de fajas moldeadoras para el cuerpo, recientemente se convirtió en la multimillonaria más joven del mundo y su empresa tiene ventas por 250 millones de dólares al año.

En una época en la que las mujeres tienen más poder que nunca, son esclavas de unos estándares de belleza bastante implacables. Esto probablemente no sea coincidencia.

En su exitoso libro de 1991, El mito de la belleza, una joven galardonada con la beca Rhodes, de nombre Naomi Wolf, observó que, aunque el movimiento feminista adquiere poder, la industria de la belleza aprisiona nuestra autoestima.

Miles de millones de dólares son invertidos en mercadotecnia para promover la idea de que la belleza es esencial para la confianza femenina. Sin embargo, la definición de belleza es solo para unos cuantos privilegiados que tienen acceso a ella. Y lo creemos. Entre más dinero ganamos, más gastamos en belleza y sufrimos más.

¿El precio de la justicia será acaso una libra de carne?

Resulta que no es solo el precio de la justicia, sino del éxito. La belleza arroja ganancias, literalmente.

El profesor de la Universidad de Cornell, Michael Lynn, descubrió que las meseras atractivas ganan mejores propinas.

Daniel Hamermesh, economista de la Universidad de Texas en Austin, estudia la economía de la belleza.

En su libro Beauty Pays: Why Attractive People Are More Successful reporta que las mujeres atractivas tienen mayores probabilidades de conseguir un cónyuge acaudalado y que los empleados estadounidenses atractivos ganarán 230,000 dólares más a lo largo de su vida que sus colegas no tan bien parecidos. Las mujeres poco atractivas tienen menos probabilidades de trabajar que sus congéneres atractivas. Este fenómeno no se presenta entre los varones.

Hamermesh incluso llega a proponer que se proteja legalmente a las personas feas a través de una extensión de la Ley para Estadounidenses con Discapacidad.

Según esta lógica, ¿se puede considerar que los casi 4,000 dólares que las mujeres gastarán en rímel durante su vida son una especie de ahorro perverso para el retiro? Al parecer las mujeres tenemos que gastar dinero para ganar dinero, aunque no de la forma que esperamos.

Si los hombres piensan que esta es otra desafortunada carga que las mujeres tenemos que llevar, están equivocados. Los hombres también entran en los planes de quienes comercializan la belleza y muchos se someten al bisturí de los cirujanos.

El año pasado, las mujeres se sometieron a menos cirugías de aumento de mamas, pero el número de hombres tuvo un incremento sin precedentes para este mismo procedimiento. Más de 21,000 operaciones fueron realizadas, lo que representa un incremento del 5%. Hamermesh demostró que los salarios de los hombres menos atractivos eran más bajos.

Mi amiga Lisa no puede dejar de pensar en que la atropelle un camión.

Me dijo: “El caso es que si me atropellaran no sería mi culpa, pero estar gorda es algo por lo que sí me pueden culpar”.

Eso es exactamente lo que los comercializadores de belleza quieren que pensemos. Si deformamos nuestros pies con zapatos de tacón, compramos el Spanx y nos sometemos a alguna cirugía, bueno, al menos lo habremos intentado.

No puedo evitar imaginarme quiénes tratamos de ser y si vale la pena el gasto adicional. La industria de la belleza está al volante de ese camión y nos va a arrollar de todas formas.

CNN México