¿Existen seres más evolucionados que han viajado de las estrellas para ayudar al ser humano a alcanzar niveles más altos de conciencia? ¿Son los extraterrestres los dioses de las historias de la antigüedad? Estas son preguntas difíciles de responder, envueltas en leyendas, creencias y desinformación, hasta el punto de lo inextricable. De cualquier forma, sin formar filiaciones o fanatismos es interesante entretener en la mente la idea de que existen otro de seres inteligentes que se comunican con el hombre, ya se para manipularlo o para ayudarlo. Entre este bestiario de seres hipotéticos, uno de los más socorridos por las masas modernas cercanas al new ages son los pleyadianos, una supuesta civilización de seres de la constelación de las Pléyades (una de las más importantes en a cosmogonía de las grandes culturas de la humanidad) que, según la narrativa dominante de la ufología, se inclina a la luz, y como una especie de hermano mayor bondadoso busca coadyuvar al hombre para que logre ascender hacia su más alto destino y evitar su autodestrucción o escaparse al menos de las tenazas de otras civilizaciones que se alimentan de la humanidad, como ésta se alimenta de las plantas o de los animales.
Aparentemente preocupados por todos los aspectos de la cultura humana, los pleyadianos también emiten consejos de sexualidad, bienentendidos de que la sexualidad, aquí y en las estrellas, es parte vital de la evolución. En el libro Mensajeros del Alba, escrito por Barbara Marciniak, supuestamente canalizado la voz de las estrellas (mensajes pleyadianos), se habla detenidamente de la importancia de la sexualidad, tal que se considera la gran puerta “hacia los reinos superiores de la conciencia”, encuentro transparente con los “filamentos de luz codificada” que definen nuestra esencia. Acaso habiendo leído un poco de Freud, los pleyadianos señalan: “la sexualidad es el área que más miedo genera” en la humanidad (y el miedo baja la vibración, según su doctrina). “Ustedes temen la intimidad, estar sólos con el ser. Una vez que desarrollan una intimidad, un silencio, un amor propio y una contención energética, entonces querrán que ese asepcto de su intimidad propia sea el estándar de intimidad con los demás”. Es decir, la parecer la primera clave de este esbozo de sexualidad cósmica de alto voltaje, es el autoconocimiento y la capacidad de amarse a sí mismo (ya que de otra forma cómo se puede compartir un amor que no se tiene).
Así describen los pleyadianos, con lo que algunos calificarían como seudociencia, la química del amor sexual:
“unen cuerpos, incluso cuando se abrazan, intercambian frecuencias. Cuando tienes una experiencia sexual, hay una descarga hormonal dentro del cuerpo. Las hormonas despiertan energías dentro de las células, y existe entonces una transferencia de la esencia de una persona a otra persona. Esto es la razón por la que a veces cuando has tenido una experiencia sexual con una persona no puedes deshacerte de su energía. Incluso cuando no quieres estar con esa persona, la experiencia sexual permanece en ti debido a que has tenido un profundo intercambio electromagnético”.
Los pleyadianos parecen coincidir con la posibilidad de ejercer una selección sexual energética:
“Estás atravesando una modulación energética y aprendiendo a alzar tu frecuencia a un lugar de información consistente, de amor e intimidad propia. Debido a esto, puede parecer confuso y en ocasiones aterrador tener que tomar esta cosa vulnerable que eres y que estás aprendiendo a conocer y fusionarte con alguien más. Entre más consciente te vuelves, más control tienes de cómo usas tu cuerpo, dónde los conectas, dónde te sientas y claro con quien te mezclas sexualmente”.
Los pleyadianos creen que está realidad es una especie de matrix que refleja las necesidades de crecimiento de nuestro espíritu, por lo que nuestras experiencias sexuales también son espejo de nuestra conciencia y camino personal. Así sugieren que de ser necesario para nuestro crecimiento generaríamos de manera casi automática (o automágicamente) ciertas experiencias sexuales, pero que durante un proceso de evolución del ser individual suelen haber momentos de poca actividad, especialmente para evitar influjos externos no deseados (basura psíquica y energética externa). Así que si no estás teniendo sexo frecuentemente o con personas que supuestamente satsifacen los paradigmas estéticos de tu sociedad, esto es por tu propio bien, y si en realidad lo quisieras (ese querer verdadero del espíritu que alínea la voluntad con la evolución) lo estarías haciendo.
La sexualidad que experimentamos está ligada no sólo a la conciencia que tenemos también a la energía y la capacidad que tiene nuestro cuerpo de manejar “corrientes eléctricas” de alto voltaje, las cuales incrementan el nivel de las “frecuencias extáticas” y de la experiencia orgásmica. Un sistema nervioso poco entrenado o evolucionado no puede vivir estas experiencias de erotismo cósmico. Pero una vez que logra alzar su vibración, las experiencias orgásmicas son capaces de “sanar y realinear el cuerpo físico”. De igual manera las personas con las que podemos encontrarnos sexualmente están relacionadas nuestra vibración y a nuestra capacidad de sostener ciertas corrientes electromagnéticas (las cuales transmiten el eros universal); más que desear cierta pareja, lo que recomiendan los pleyadianos es confiar en el diseño del plan cósmico y trabajar en el campo personal, sin drenar la energía propia en fantasías.
“En este planeta, la sexualidad siempre ha sido el vínculo del cuerpo con las frecuencias más altas… la vibración sexual es tu vínculo con tu identidad cósmica”, dicen los pleyadianos o Barbara Marciniak en su intento de simular la voz pleyadiana. La idea central de esto es que la sociedad y el poder político y religioso ha reprimido la expresión sexual ya que ésta es lo que conecta al hombre con lo divino, en la interfaz del cuerpo, y son celosos de ese conocimiento. Pero más allá de este control, existe en nuestro cuerpo el mapa para reconectarse con una sexualidad vibrante, de una capacidad por momentos inimaginable, que sólo debemos de recordar, ya que en algún momento de nuestra vida como almas ya le hemos ejercido: una plenitud de éxtasis oculta en la memoria del cuerpo (células que aún recuerdan jadeos de estrellas). Una sexualidad que no sólo tiene como fin la procreación, o que no sólo es capaz de concebir nuevos seres humanos, sino que también puede ser utilizada para generar estados de conciencia más elevados o traer a la tierra ideas e información desde mundos distantes, una chispa de conexión y creación divina.
Más allá de que estos consejos provengan o no de una civilización de las estrellas (lo cual ciertamente les añadiría cierta fuerza), sin duda el lector podrá hacer una labor de discernimiento y ubicar información útil y, por qué no, hasta evolutiva. Después de todo la sexualidad debe de tener un aspecto lúdico, lo mismo que un aspecto sagrado (el juego y el sarificio se unifican en el trance del cuerpo) y evocar una sexualidad cósmica, ficción o realidad ultraterrestre, presenta un nuevo canal de exploración.
Fuente: (Avant Sex)