[sws_blockquote_endquote align=”left” cite=”” quotestyle=”style03″] una gran fiesta en lugar de un santuario para alabar al artista. [/sws_blockquote_endquote]

Ayer fui al Lunario del Auditorio Nacional a un concierto de un tal Jamie Lidell. Al parecer es bastante conocido (yo no tenía idea), pero es fácil ver porqué. Es un joven inglés bastante carismático y muy talentoso.

Lo que hace este joven es tomar un micrófono, hacer las percusiones y melodias de la canción con su boca, grabarlas y luego las loopea y así hace una canción. Después sobre eso, él mismo canta canciones tipo soul y funk. Su voz me recordó un poco a Jay Kay, vocalista de Jamiroquai.

Nunca había asistido tampoco al Lunario. Es un recinto pequeño e íntimo, que se encuentra a un costado del Auditorio. En ese lugar disfrutar el espectáculo de tu banda favorita debe de ser una experiencia inolvidable, ya que casi, casi puedes contar las arrugas que tienen en la frente y, además, el sonido es excelente. Otra cosa que considero un gran avance en arquitectura de auditorios son los escalones largos que forman diferentes niveles, entre más lejos más altura. De esa forma aunque estés chaparro sin problema encuentras un lugar perfecto para ver el show. Los baños del lugar también son excelentes.

Sin embargo, hay algo que llamó mi atención y me gustaría compartirles.

Me parece muy extraña la forma en la que actuamos cuando estamos viendo un concierto de música bailable. Esto no sólo sucedió ayer, muchas veces lo he notado. La gente se queda parada en un mismo sitio medio moviendo las rodillas y observando al músico, que la mayoría de las veces no tiene un gran espectáculo. Simplemente está haciendo lo suyo, que en el caso de los músicos electrónicos no es muy impresionante, me refiero a que simplemente están picando botones, bailando un poco (no se pueden alejar de la consola) y alguna que otra vez tomando el micrófono para cantar un poco o decir algunas palabras; todo esto bajo una lluvia de luces de colores.

¿Por qué se me hace raro esto? Pues por el simple hecho que lo que el artista está tocando está diseñado para hacer a la gente mover el esqueleto. ¿La gente lo hace? No muy seguido. Como ya dije, la mayoría se quedan parados en su lugar bebiendo su cerveza y aplaudiendo cada vez que una canción termina.

Imaginen que en lugar de hacer eso todo el mundo estuviera interactuando con todos a su alrededor (o al menos con sus propios amigos), bailando, platicando y riendo. Que los conciertos de ese tipo fueran una gran fiesta en lugar de un santuario para alabar al artista.

No tiene nada de malo prestarle atención al artista, gritar y apoyarlo. Al contrario, todo eso debería de continuar. Pero cuando el 100% de la atención esta concentrada en un artista que realmente no tiene un espectáculo elaborado ni llamativo (solamente se le ve haciendo lo mismo canción tras canción), al menos para mí, todo pierde el sentido y hace que este tipo de conciertos se conviertan en un aburrido grupo de gente “bailando” incómodamente.

¿Ustedes qué opinan?