Salvador Dalí, que profesó muchas actividades, no todas loables, solía formular una pregunta para resaltar las capacidades de la imaginación humana de esta forma: “¿Qué significa un aparato de televisión para un hombre que sólo necesita cerrar los ojos para acceder a las regiones más lejanas, conocidas y desconocidas, y que sólo debe ejercer la imaginación para ver como el Bagdad imaginario de sus sueños se eleva de la arena del desierto?”. Que el iconoclasta y camaleónico artista español recurriese a la televisión para mencionar al enemigo deriva de las prevenciones que siempre ha despertado la tecnología, la máquina, como antítesis del humanismo.

En el otro extremo del campo de batalla aparecen los varios movimientos artísticos, sobre todo de principios del siglo XX, que se mostraron fascinados con las ideas de velocidad y eficiencia. El caso paradigmático es el del futurismo, que predicó la “estética de la máquina” como “una nueva forma de vida”, pero también se subieron al carro el constructivismo soviético con su “ingeniería visual” o el canto al “frenesí mecánico” de algunos pintores cubistas como Fernand Léger. Incluso el dadaísmo, la más anárquica de las vanguardias, empleó los artilugios mecánicos con fruición porque facilitaban la creación de arte instantáneo libre de normativas.

Más de 70 pinturas, fotos, esculturas, dibujos…

La exposición Flesh and Metal: Body and Machine in Early 20th-Century Art (Carne y metal: cuerpo y máquina en el arte de comienzos del siglo XX) presenta más de 70 pinturas, esculturas, fotografías, dibujos, grabados y publicaciones ilustradas elaborados entre 1910 y 1950 en el Cantor Arts Center de la Universidad de Stanford (California-EE UU). La muestra, hasta el 16 de marzo, pretende ofrecer una “visión fresca” sobre la dualidad artística entre los defensores de la máquina y sus críticos.

En la nómina de los creadores presentes abundan los de grandes figuras artísticas de la primera mitad del siglo XX, como, entre otros, la fotógrafa estadounidense prosoviética Margaret Bourke -White, el pintor metafísico Giorgio de Chirico , Dalí, el padre del readymade Marcel Duchamp, Léger, László Moholy-Nagy, el modernista Constantin Brancusi, el simbolista abstracto Piet Mondrian, el incansable experimentador Man Ray y el constructivista Alexander Rodchenko.

Organizada en cuatro bloques temáticos que se ocupan de la figura humana, la imaginación, el paisaje urbano, y el objeto, la exposición revela las respuestas artísticas a la modernidad a principios del siglo XX, cuando muchos aclamaban la máquina como símbolo de progreso y los términos velocidad y eficiencia entraron en el glosario de movimientos artísticos que, además del futurismo italiano, incluyeron el purismo en Francia, el vorticismo en Inglaterra y el constructivismo en la URSS. Estas escuelas presentaban a las fábricas y los obreros como emblemas de la modernidad y la mecanización se convirtió en sinónimo de mejora social.

El caos y la destrucción de la I Guerra Mundial

Frente a esta posición utópica los dadaístas y surrealistas, tanto en su facción alemana como francesa, veían en la producción mecánica una amenaza no sólo sobre la salud sino para la mente y el humanismo. Tras el caos y la destrucción de la I Guerra Mundial, estos movimientos abrazaron la casualidad, el accidente, el sueño y el deseo como nuevos caminos hacia la libertad y la creatividad, al tiempo que ponían en duda que la mecanización conllevase un futuro mejor.

Aunque lo impersonal de la máquina y lo incontrolable del libre albedrío humano eran vistos como una contraposición, algunos artistas percibieron la dialéctica como un tándem. Los códigos de lo corporal y lo mecánico se fusionan, por ejemplo, en la obra de Léger Two Women on a Blue Background (Dos mujeres sobre fondo azul, 1927) y en las rayografías de Ray hizo sobre los objetos producidos industrialmente.

Flesh and Metal está organizada en colaboración con el San Francisco Museum of Modern Art (SFMOMA), que estará cerrado por obras de reforma y ampliación hasta 2016 y aprovecha la circunstancia para montar eventos en otras pinacotecas de su área de influencia.

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