Durante buena parte de mis estudios de música clásica, pasaba horas delante de una hoja en blanco deseando poder encontrar un atajo que me permitiera plasmar notas musicales en ella.
Hoy en día compongo en una computadora. He cambiado lápices por píxeles.
Pero, siempre he tenido la esperanza de poder algún día, grabar mis ideas musicales directamente desde mi cerebro.
Frente a una computadora portátil en la Universidad de Plymouth, suroeste de Inglaterra, estoy a punto de probar un sistema que promete convertir mi sueño en realidad.
El proyecto es idea del profesor Eduardo Miranda, un compositor que ha hecho de su fascinación por lo que él llama neurotecnología músical, su modo de ganarse la vida.
Con la ayuda de un gorro cerebral, su dispositivo lee los pensamientos y promete traducir esos pensamientos en música. Un mundo a años luz del proceso de composición tradicional.
El profesor planea utilizar este sistema para tomar lecturas de cuatro personas y luego controlar un cuarteto de cuerda con los resultados.
Pero primero estuvo de acuerdo en dejarme probar la máquina.
Despejar la mente
El investigador e ingeniero Joel Eaton me ayudó a ponerme el gorro de electrodos y cables.
“A los seres humanos les gusta manipular las cosas. No deseo eliminar ese (proceso), quiero mejorar una gran herramienta para ayudar a los compositores a lograr eso tal vez en forma diferente” – Eduardo Miranda, compositor
Joel me dijo que el electrodo principal, en la parte posterior de mi cabeza, escoge las ondas cerebrales de mi corteza visual, mientras que los otros electrodos ayudan a descartar cualquier tipo de ruido de fondo.
El usuario tiene que concentrarse en uno de los cuatro patrones a cuadros que aparecen el la computadora. Todos ellos parpadean a un ritmo diferente y cada patrón hace que la parte visual del cerebro cree una señal eléctrica simpática.
La señal es recogida por el gorro para luego envíarla a la computadora. El dispositivo funciona mejor cuando el resto del cerebro está relajado, por lo que se recomienda “limpiar la mente”.
Las señales eléctricas del cerebro se amplifican y luego se envían a una computadora portátil.
Joel me animó a mirar el patrón de una manera muy particular, enfocando y desenfocando. A veces tuve que apartar la mirada de la pantalla para refrescar mi cerebro.
Si se hace bien, el patrón elegido envía una linea musical a una pantalla delante de Jane, una violonchelista profesional. Ella entonces toca la música.
Al principio fue muy difícil. Además de enfocar, desenfocar y relajarme, no podía entusiasmarse demasiado cuando salía bien porque me sacaría fuera del estado requerido para generar la señal.
Este fue un reto crucial, ya que todo el concepto me pareció muy emocionante.
Extrañamente adictivo
Por supuesto que me hubiera gustado que este sistema creara frases musicales directamente de mi cerebro, pero este no fue el caso.
En lugar de componer directamente, mis pensamientos eligieron líneas musicales preparadas de antemano. Se podría decir que era un operador en lugar de un compositor, donde mi cerebro se convirtió en un instrumento como el chelo de Jane. Sin embargo, el dispositivo fue diseñado de esta manera.
Cuando hablamos sobre mi deseo de una interconexión de composición musical cerebral directa más eficiente, el profesor Miranda dijo que podría ser interesante al principio, pero pensó que sería aburrido después de un tiempo.
Él disfruta del desafío de una solución imperfecta.
“A los seres humanos les gusta manipular las cosas. No deseo eliminar ese (proceso), quiero mejorar una gran herramienta para ayudar a los compositores a lograr eso tal vez en forma diferente”, dijo.
Para las personas que padecen de trastornos de movilidad, hay algunos beneficios obvios de esta interfaz, incluso en esta etapa primaria.
El laboratorio del Centro Interdisciplinario de Investigación Informática Musical (ICCMR) ya ha hecho algunas investigaciones con una persona que sufre de síndrome de enclaustramiento con resultados alentadores.
Aun así, el sistema no es tan fácil como yo esperaba.
De vuelta en el laboratorio fue sorprendentemente difícil dominar la técnica. Durante el proceso, mis lecturas cerebrales cayeron notablemente cuando escuchaba a Jane tocar el violonchelo. Por esotuvimos que volver a calibrar el sistema.
Me alegré poder generar la señal de forma fiable después de dos horas. Joel y Eduardo ambos me dijeron que dos horas fue rápido ya que normalmente toma unos días conseguir acostumbrarse.
A pesar de los desafíos y las limitaciones me pareció extrañamente adictivo poder observar lo que está ocurriendo dentro de mi cerebro y estaría interesada en ver cómo se desarrolla la tecnología.
Aunque cansada después de concentrarme tanto, podría haberme quedado mirando felizmente esa pantalla durante muchas más horas. Pero la músico tuvo que abandonar y el almuerzo estaba listo, así que tuve que desconectar mi cerebro. Es hora de volver a componer a la manera antigua.