La forma más fácil sería cambiar de identidad, pero cuando la obligación llama a la puerta y hay que abrir, se esté o no de vacaciones, lo mejor es tomarse la situación con filosofía; asumir responsabilidades con cierto toque de humor

Esto en España, porque en Francia ya ha entrado en vigor la ley que obliga a los trabajadores a no responder al teléfono ni a los correos de trabajo más allá de las seis de la tarde. Un claro guiño al trabajador que ha dejado en paños menores al jefe.

Estas cosas aquí no pasan, pero sí hay unas cuantas claves para disfrutar de los escasos días de descanso, aunque muy agradecidos, que deja la Semana Santa.

Está claro que si las emergencias laborales tienen que darse lo harán en el momento más relajante de un día de vacaciones, por ejemplo, en plena procesión de un Viernes Santo. El contestar o no ya depende de cada uno y del grado de la catástrofe natural y nuclear (a la vez) que haya tenido lugar en la oficina, pero mientras tanto existen formas de desconectar en las vacaciones.

La primera, antes incluso de cogerse las vacaciones, es que en el lugar elegido para descansar no hay mucha cobertura. Nadie podrá decir que no se le avisó. Cosa que no es de extrañar ya que muchas compañías telefónicas no tienen repetidores en todos los pueblos.

Por supuesto que sonará a tópico, pero no es del todo mentira.

El día está lleno de actividades para disfrutar del tiempo libre, el buen tiempo y los espacios naturales. Esa excursión al monte más rocambolesco de la sierra puede ser el escudo perfecto para defenderse de una llamada del trabajo.

Da igual la cantidad de notificaciones vía correo que lleguen, si por algo se caracterizan las vacaciones en el pueblo es por la ausencia de conexión a internet.

Algo que se complementa a la perfección con dejarse conscientemente en casa la agenda y todo material de trabajo.

La manera más responsable de desconectar de la rutina en la oficina es abandonar el puesto de trabajo con todos los deberes hechos para evitar complicaciones posteriores. Esto no es solo adelantar materia sino hacer la extra, cubrirse las espaldas.

Uno puede desconectar también restringiendo todas las llamadas entrantes que provengan del trabajo. Si son vacaciones y para tenerlas uno ha currado lo imposible antes, ahora que no molesten.

No atender necesidades pero dejando a la gente con buen sabor de boca. ¿Cómo? Escribiendo un mensaje de ausencia en el correo prometiendo llamar a la vuelta. La duda no estará resuelta, pero han sido bien tratados.

Por supuesto, haciendo todo tipo de actividades que un martes cualquiera nadie pueda hacer, al menos no con tanta calma, porque tiene toque de queda en la oficina. Una buena sobremesa calma el instinto ejecutivo de todo individuo. Pasear e ir de compras es otra buena opción.

Evitar hacer actividades que guarden cierto parecido con el ejercicio diario en un trabajo. Verse rodeado de papeles no suele ayudar.

Intentar pasar la mayor parte del tiempo con el móvil en silencio. Cualquier sonido que tenga su origen en este aparato recordará a la oficina y a las tareas que quedan por hacer.

Apagar el móvil puede ser la opción más extrema pero no por eso menos necesaria.

(Esquire)