Las peleas y discusiones entre parejas pueden llegar a ser dolorosas (literalmente). En un estudio que abarcó dos décadas, investigadores hicieron que parejas casadas fueran a un laboratorio cada cinco años para interpretar sus desacuerdos más comunes frente a una cámara.
Expertos estudiaron estas conversaciones, tomando nota de las expresiones faciales, lenguaje corporal y el tono de las voces. Luego encuestaron a las parejas sobre su salud.
A lo largo del periodo de 20 años, los hombres que argumentaban de ciertas maneras eran más propensos a terminar con problemas de salud. 80% de los hombres que solían enojarse durante una disputa desarrollaron síntomas cardiovasculares como dolores en el pecho, taquicardia y falta de aire el final de los 20 años. Pero sólo 53% de los hombres que no se enojaron experimentaron estos mismos problemas.
¿Por qué? Cuando estás enojado, tu presión sanguínea incrementa y tu ritmo cardiaco también. A lo largo del tiempo, esto desgasta tu corazón, incrementando el riesgo de tener problemas cardiovasculares.
Pero el enojo no es lo único poniendo tu bienestar en peligro, los hombres que se apagan emocionalmente durante argumentos (evitando el contacto visual, ignorando a sus parejas, etc.) desarrollaron síntomas musculoesqueléticos como tensión muscular y dolor de espalda. Casi la mitad de los hombres con esta tendencia desarrollaron problemas musculares mientras que 23% de los emocionalmente abiertos sufrieron los mismos problemas.
Los investigadores culpan la manera que tu cuerpo se entiesa cuando te cierras emocionalmente con tu pareja. Tus músculos, particularmente el cuello y los hombros, se vuelven tensos, lo cual puede incrementar el riesgo de sentir dolor a lo largo del tiempo.
Para cambiar tus hábitos con las peleas antes de que dañen a tu cuerpo, es recomendado que des un paseo siempre que te sientas molesto o agitado. Dejar el argumento físicamente interrumpirá los gritos típicos o tu reacción de cerrarte y el paseo te da tiempo para calmarte.
Cuando vuelvas a la conversación con la cabeza fría, podrás discutir de manera más constructiva con un volumen apropiado de voz y sin los hombros tensos.
Publicado por Othón Vélez O’Brien.