Concluyó primera temporada de “Salomé” en el Teatro Helénico, en esta ciudad, donde se develó una placa alusiva. Erótica, sensual, provocativa y potente, así es la puesta en escena.

El escritor Juan Villoro y el actor José María Yazpik, fueron los padrinos en este festejo por las primeras ochos semanas de éxito de dicho montaje, a lo largo de las cuales se efectuaron 40 funciones.

Mauricio García Lozano, director de la obra, comentó que tras su estancia en el recinto situado en la zona de San Ángel, “Salomé” viajará a la ciudad de Monterrey para ofrecer cuatro funciones los días 18 y 19 de octubre próximo.

Enseguida, se trasladará a Puebla, donde ofrecerán otras funciones dos ellas, en el marco del Festival Héctor Azar y las otras dos presentaciones a finales de noviembre, en recintos que no dio a conocer.

“Esto es lo que haremos en lo que queda del año por compromisos de los actores y esperamos poder retomar una segunda temporada a principios del 2014, durante el primer trimestre”, dijo el director escénico.

De acuerdo con García Lozano, “Salomé” resultó una satisfacción muy grande, “porque el hecho de habernos arriesgado todo el equipo desde la producción, actores, etcétera, en hacer una puesta en escena de teatro clásico y apostarle a un formato no tan cultural, sino comercial, lo que me dice es que la gente quiere ver teatro clásico, siempre y cuando toquemos sus corazones”.

Para el reconocido director teatral, este montaje cuyo texto original es de Óscar Wilde, no es una obra fácil, sino que sacude al espectador de manera poética y brutal.

Por espacio de poco más de hora y media, el montaje narra la historia de la princesa de Judea, hijastra de Herodes, quien en un acto de venganza y despecho, pide a su padrastro la cabeza del profeta Jokanaán en una bandeja de plata.

La actriz Irene Azuela quien da vida a “Salomé” es una joven inocente y sensible que despierta el deseo en los hombres que la rodean, incluyendo a su padrastro, quien no deja de mirarla y contemplar su belleza, incluso ante la presencia de su madre, Herodías.

En busca de refugio conoce al profeta Jokanaán (Juan Bautista), un hombre que permanece oculto, encadenado y que despierta en ella una pasión desmedida al punto de hacerla olvidarse de su pureza y castidad.

El propio Oscar Wilde decía que la única cosa seria es la pasión, no la inteligencia y “Salomé” parece plasmar el sentido de esta frase a partir de momentos climáticos en ocasiones brutales, pero sobre todo, eróticos y hasta primitivos.

Sin tener una época definida y con tintes contemporáneos, la obra además alude al lado oscuro detrás de los grupos de poder a través de la figura de Herodes.

Se trata de un montaje redondo en el que destacan las actuaciones y el atinado diseño de vestuario de Mario Marín del Río, que refleja la personalidad de cada uno de los personajes.

También sobresale la escenografía de Jorge Ballina, miembro del Sistema Nacional de Creadores del Arte, en la que se recrea en un reducido espacio, algún lugar del palacio de Herodes, conformado por columnas de mosaicos y en cuyo centro sobresale una pileta.

“Es una obra con bastante cachondearía y violencia, es la historia del apasionamiento de una princesa de Judea que se llama Salomé y al ser rechazada, hace lo que sea para desquitarse y una de las cosas que hace es bailar para su padrastro Herodes.

“Pero lo que anima no es la danza de los Siete Velos, sino el deseo que mueve a Salomé por Jokanaán (Juan Bautista)”, concluyó García Lozano.

Fuente:México, 23 Sep. (Notimex).