El hecho de compartir la cama con el bebé resulta benéfico para la práctica de la lactancia materna, ya que la cercanía con su madre afianza el vínculo emocional entre ambos y ello favorece a la producción de leche, afirmó el experto Mario Alberto Pérez Cuevas.
El pediatra del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Jalisco indicó que, a menor edad, el niño requiere la compañía y vigilancia nocturna de sus padres para una mejor adaptación y desarrollo físico y emocional.
«El contacto en la lactancia, esa cercanía en donde el niño y la madre se miran a los ojos les crea un vínculo muy importante para su desarrollo actual y futuro, la cara de ella es lo que primero identifica el niño», dijo.
Añadió que, además, esto mejora la lactancia debido a que la madre también siente ese apego y amor del niño y mayor deseo de amamantarlo y con esto podría aumentar la producción.
Reiteró que el afianzar el vínculo materno brinda gran seguridad al infante misma que en futuro requiere para independizarse y realizar actividades de manera autónoma.
«Tiene un aspecto emocional muy importante respecto al apego de la madre, el contacto entre los dos es muy importante, cuando el niño nace viene a un mundo desconocido la madre le ofrece el apoyo», dijo.
Agregó que entre más pequeño el niño más requerirá de la presencia y vigilancia nocturna de sus padres para disminuir riesgos como el Síndrome de Muerte Súbita en donde el niño deja de respirar, o para evitar bronco-aspire por vómitos o flemas, o bien asistirlo si tiene molestias por reflujo o cólico.
Compartir el lecho con el menor o por lo menos la habitación, señala, debería ser una práctica desde que la madre y el bebé se encuentran en el hospital tras el parto y a la que se le debe dar continuidad en el hogar.
Comentó que el niño puede adaptarse al ambiente y a su nueva vida fuera del vientre materno alrededor de los dos primeros meses tras nacer o quizá requiera más tiempo, y posterior a ello se puede probar llevarlo a dormir a su cuna sólo, una vez cubiertas sus necesidades de alimento, limpieza y cambio de pañal, afecto y abrigo.
Reiteró que en la medida en que el infante se encuentre bien adaptado con facilidad se independizará porque «depende la adaptación que se tenga puede permanecer en el mismo cuarto pero en su cuna, entre más pequeño hay más riesgo si se encuentra sólo, más adelante el niño puede ser independiente en su propio espacio».
Mencionó que es importante establecer rutinas para que posteriormente se conviertan en hábitos, tales como acostar a dormir al bebé a la misma hora todos los días.
Dijo que en la etapa preescolar hacia los tres años de edad el niño ya toma conciencia de sí mismo como un ser individual, alrededor de los ocho años puede discernir y se centra más en la realidad que en la fantasía, mientras que moldea su personalidad final hacia la adolescencia alrededor de los 15 años de edad.