Es el órgano más grande del cuerpo humano y una barrera de protección del organismo frente a las condiciones ambientales, por eso necesita estar cuidada para ejercer bien su función. La falta de sueño, los malos hábitos en la alimentación y el estrés pasan factura también a tu piel.
1. Evitar la formación de radicales libres: los malos hábitos en la alimentación, el alcohol, el tabaco o la falta de descanso contribuyen a su formación. Los radicales libres son moléculas del organismo en parte responsables del deterioro de los órganos a lo largo de la vida y, entre ellos, la piel.
2. Recuperar el equilibrio tras los excesos: existen periodos como los que marcan las fiestas locales, la Navidad o las vacaciones de Semana Santa o verano, en los que se producen excesos y se reducen las horas de sueño o se come demasiado. Los expertos señalan que lo importante es recuperar el equilibrio perdido para preservar la salud mediante una nutrición adecuada, suplementos específicos, ejercicio físico moderado, cuidados cosméticos, actitud positiva y prevención de la enfermedad.
3. Volver a una dieta saludable: si se introducen de forma habitual frutas y vegetales, cereales integrales en casi toda las comidas, aceites vegetales, pescado rico en grasa, carbohidratos complejos de bajo índice glucémico y proteínas no grasas la piel pronto lo notará.
4. El poder de los antioxidantes: estas moléculas ayudan a neutralizar los efectos negativos de los radicales libres sobre la piel. Tras períodos de excesos conviene tomar temporalmente, prescrito por el dermatólogo, suplementos de vitaminas y minerales a base de vitamina C, E y betacaroteno y utilizar cosméticos que contengan antioxidantes de eficacia tópica demostrada como la vitamina C y E.
5. Di sí a los ácidos grasos esenciales: fundamentalmente el omega-3 que se encuentra en el aceite de linaza, de borraja, girasol y frutos secos. Sus beneficios antiinflamatorios ayudan no sólo en procesos dermatológicos sino que también disminuyen los efectos negativos de los excesos.
6. Beber de seis a ocho vasos al día de agua: como acompañamiento de las principales comidas ayudan a preservar la piel de la deshidratación y a conservar su resistencia a las infecciones e irritaciones, además de mantener su aspecto, elasticidad y luminosidad. La piel se hidrata desde el interior y desde el exterior.
7. Recuperar los hábitos de descanso y ejercicio moderado y constante: hay que realizar al menos una evaluación anual de la salud y llevar a cabo los chequeos específicos que se recomiendan según edad y sexo. Los dermatólogos, médicos especialistas de las alteraciones y enfermedades de la piel y el pelo, deben revisar la piel al menos una vez al año.
8. El cuidado de la piel se inicia con una correcta limpieza e hidratación: es conveniente hidratar la piel mediante la aplicación de productos cosméticos dos veces al día. Todas las pieles, incluso las grasas, precisan ser hidratadas. Cada tipo de piel necesita, según sus características, un cosmético específico. Previo a la hidratación facial hay que usar limpiadores suaves que se caractericen por un pH no alcalino y una alta tolerancia.
9. Un gran cosmético facial es un buen protector solar: en cualquier época del año se reciben rayos ultravioleta al realizar actividades al aire libre. Los cosméticos de última generación combinan protección solar moderada o alta junto a elementos que hidratan o nutren la piel.
10. Aplicación de cosméticos renovadores: estos productos eliminan las células muertas de la piel y dejan paso a su renovación, son productos como los denominados queratolíticos a base de ácido retinoico o hidroxiácidos o las técnicas de ‘peeling’.
Con información de AEDV