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Elemento rector y fundamental en la Filosofía del Crecimiento Sustentable. Consecuencia, palabra compuesta del prefijo “con” (conjuntamente) y del verbo latino “sequi” (seguir), indicando cualidades, acciones o situaciones que siguen o vienen después de algo. La consecuencia relaciona causa-efecto, es lo que sigue de manera asociada, lógica, irremediable y conjunta a un hecho, acto, actitud, pensamiento, sentimiento o expresión. Se ha desgastado mucho la humanidad en el famoso deber ser, en lo moral, en dogmas, en establecer credos impositivos que de manera irresponsable ignoran causas y efectos, que de alguna manera entorpecen entender y aceptar la consecuencialidad. A lo largo de la historia humana, hemos logrado mejorar la calidad y esperanza de vida, hoy vivimos más y mejor que antes. Sin embargo, los costos globales aunados a esta “mejora” han sido enormes.

Hemos dañado ecosistemas, hay hambruna global, enormes desigualdades sociales, desequilibrio ambiental, sistemas económicos insostenibles, valores rectores disfuncionales. Sufrimos una enorme e impresionante falta de armonía por todos lados. ¿Por qué? Sencillamente porque todo, absolutamente todo… tiene consecuencias. La ley de la consecuencialidad existe, es evidente y asertiva. No le importa lo bueno o lo malo, lo que conviene o no, reacciona de manera estúpida pero muy directa y democráticamente, es justa, clara y evidente. Aceptar y reconocer las consecuencias lógicas, directas, irremediables de lo que pensamos, hacemos, decimos, vivimos, compramos, consumimos, leemos, aprendemos, etc., es factor clave para lograr un Crecimiento Sustentable; éxito, felicidad y armonía.

Los políticos y mandatarios que no pueden o no quieren ver las consecuencias de su poder perdido en el ego. Los padres de familia que evaden admitir que sus hijos son consecuencia pura y directa de sus ejemplos, de su forma de educar, de su forma de amar y de estar o no estar. Los empresarios que no ven que las utilidades son consecuencia de brindar productos y servicios que verdadera y honestamente sirvan a sus clientes. Los religiosos que promueven el miedo dogmático en nombre de “Dios” traicionando a la razón y al amor universal. Todos los que llorando y quejándose, echándole la culpa al otro, al destino, a la mala suerte, lánguidamente a “Dios”, están lejos de entender la ley de la consecuencialidad, más no de sufrirla, pues todos estamos sujetos a ella. La razón y la consciencia son aliadas de la felicidad. El Pepe Grillo en cada ser humano presente está. No necesita ir a la escuela, solo requiere tiempo y valor, reclama un poco de espacio para que tranquilamente dejando el ego por unos momentos, repasemos la cinta de nuestra película personal y podamos aceptar con valor que lo que hoy  tenemos, o no tenemos, lo que hoy nos dan o nos quitan, la admiración o el desprecio, así como el amor o el odio de amigos, parientes, hermanos, empleados, socios y vecinos, son consecuencias de lo que hemos venido pensando, haciendo, sintiendo, rumeando y diciendo perseverantemente consciente o inconscientemente durante años.

Somos producto y consecuencia de hábitos de pensamiento y acción, de paradigmas preconcebidos y aceptados: las mujeres son estúpidas, los mexicanos son flojos, la gente no cambia, los ricos son avaros, etc., etc. Paradigmas que nos ayudan a ser o a no ser, a estar o no estar, la gran mayoría adquiridos, del abuelo, de la madre, del padre, de la misma sociedad. Todos con consecuencias “buenas” y “malas”. Paradigmas con impactos más determinantes y más directos, mientras más presentes están en nuestras vidas cotidianas, en nuestros pensamientos  y sentimientos dominantes. Los más felices, los más libres, son aquellos conscientes de que todo tiene consecuencias. Son los poderosos, los que no pierden el tiempo, los que no se quejan, los que activamente están dispuestos a hacer lo que tienen que hacer, o no hacer lo que no tienen que hacer, pues conscientes están de que existen consecuencias. Para los flojos, los tontos y los conformistas, este tipo de personas se vuelven mágicos, suertudos o afortunados, pues de una u otro forma, parecen saber lo que va a pasar. Esperan, se enfocan y conscientemente, cosechan lo que siembran, saben que todo tarde o temprano tendrá consecuencias. Ni bueno ni malo, ni ángeles ni diablos, solo consecuencias directas o indirectas, pero siempre consecuencias. Dicen los que han estado cerca de partir, que en esos momentos la cinta de la película personal se muestra de manera instantánea. Dicen que en segundos vemos las causas, los efectos, las acciones y las consecuencias de nuestra vida. Y, si es esto es verdad, si así sucede, que los cuadros de la cinta que veamos en el último momento esté llena de secuencias y consecuencias gratas, plasmadas de consciencia, de responsabilidad, de voluntad, pues nos guste o no, tendremos que atenernos a las consecuencias acumuladas, sin posibilidad alguna de re-embobinar. ¿Queremos un crecimiento sustentable? tengamos entonces el valor y la responsabilidad de aceptar la ley de la consecuencialidad. Sepamos elegir las mejores causas para cosechar los mejores efectos, de lo que  pensamos, sentimos y hacemos cada día, porque todo, todo, absolutamente todo, tiene consecuencias.

Escrito por Alfonso del Valle Azcué

Crecimiento Sustentable, S.C.