Se llama ortorexia y cada vez se registran más casos. Provoca problemas físicos y psicológicos. Afecta más a las chicas muy jóvenes.

La ortorexia es un trastorno alimenticio con características propias: quienes lo padecen, en general chicas de entre 15 y 23 años, viven obsesionadas por comer sano. Y esa obsesión condiciona su vida social y les genera problemas tanto psicológicos como físicos.

El crecimiento del número de casos de ortorexia se da en todo el mundo y se asocia a una mayor circulación de información, relacionada con los alimentos, sus contenidos calóricos y sus características nutricionales.

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“El ortoréxico es una persona que quiere tener un control absoluto sobre todo lo que come. Usa la información que circula, sobre todo por Internet. Y la usa mal. Cree que come sano, pero en realidad padece un trastorno alimentario. Vive obsesionado por lo que come, pero termina comiendo mal”, dice  el nutricionista Norberto Russo.

El ortoréxico quiere controlar cada caloría que ingiere, saber quién manipuló sus alimentos y cómo. Y por eso no puede comer afuera ni en ningún sitio donde no tenga todo el control sobre la comida. Detrás de la conducta del ortoréxico aparece el mismo problema que el que motiva la anorexia o la bulimia: el miedo a engordar y la presión por verse bien.

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El ortoréxico no sólo evita las grasas saturadas, las carnes rojas y otros alimentos que se asocian a la obesidad. También investiga los orígenes de esos comestibles con la intención, en ocasiones, de evitar los transgénicos, los alimentos tratados con fertilizantes, los alimentos artificiales o los que contienen conservadores.

Estas obsesiones llevan a que un ortoréxico desarrolle conductas fuera de lo normal, como la de pasar períodos de entre dos y tres horas decidiendo una comida. “El ortoréxico pierde el placer de comer. No disfruta de la comida y suele comer mal”, dice el nutricionista Norberto Russo.

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A diferencia del bulímico o el anoréxico, el ortoréxico suele desarrollar, además, una falsa autoestima; como maneja información -aunque la maneje mal- se muestra convencido de que se alimenta mejor que los demás y que vive una vida más sana. Y usa argumentos racionales para justificar su obsesión.

Con información de El Día