María José Palacios se sentía extremadamente cansada y tenía moretones en todo el cuerpo. “Bastaba con que alguien me tocara y surgía la macha morada en mi piel y se quedaba ahí por semanas. Además, con la exposición al sol mis manos y mis pies se hinchaban”, dice la joven que a los 18 años recibió un riñón de su prima María Magdalena Corona.
Pero el trasplante de riñón, el 14 de mayo de 2008, no solo cambió su vida sino también la de Corona, quien a partir de ese momento tuvo hábitos más saludables.
“Luego del transplante mi vida fue mucho más sana. Tuve conciencia de lo que es mi cuerpo y salud. Hoy me restrinjo en bebidas alcohólicas, hago ejercicio, no fumo, no como mucha sal, ni sodio”, dice la joven de 25 años que fue dada de alta una semana después de la cirugía y en 15 días regresó a clases.
Al inicio, María José pensaba que sus síntomas se debían a la anemia severa que le habían diagnosticado, pero tras varios estudios los médicos le indicaron que estaba en fase terminal por la insuficiencia renal. La razón: nació con estenosis uretral, una malformación del tracto urinario que provoca infecciones y aumentos en la presión sanguínea que dañan al riñón.
“Mi opción era dializarme, pero no quería tener una sonda pegada al cuerpo donde se viera mi orina”, dice María José, que en ese momento comenzó a buscar un trasplante de riñón y ahora forma parte de la asociación civil Guerreros del Riñón.
En México, 17,276 pacientes esperan un transplante. Los órganos más necesarios son los riñones, ya que 9,598 personas (55% del total) se encuentran en la lista de espera en el Registro de Pacientes del Centro Nacional de Transplantes (Cenatra).
Le siguen 7,195 personas (42%) que buscan córneas; 409 (2.4%) que esperan un transplante de hígado; 47 (0.27%) hacen antesala por un corazón; 12 (0.07%) de riñón y páncreas; seis de pulmón (0.3%); cinco de páncreas (0.03%); dos de hígado y riñón (0.01%); uno de corazón y riñón (0.006%) y uno de corazón y pulmón, según el Cenatra.
El director de la Unidad de Transplantes del Hospital Civil de Guadalajara, Marco Antonio Covarrubias, precisa que no todas las personas que requieren un órgano son candidatos óptimos para recibirlo. “Es necesario verificar que no tenga enfermedades agregadas o condiciones que contraindiquen o compliquen su transplante. Por ejemplo, que no padezca trastornos cardiacos, problemas neurológicos o diabetes con progresión muy severa”.
Cuando una persona es candidata para recibir el órgano, se enlista en el Registro de Pacientes del Cenatra. Si un candidato no quiere o no puede esperar a que se desahoguen los más de 9,000 sitios de la lista, puede buscar a su propio familiar o conocido compatible que acceda a donarle el órgano.
Días antes de cumplir 18 años, María José comenzó a hacerse diálisis. Un año y dos paros respiratorios después, recibió el riñón de su prima, María Magdalena Corona.
“Mi prima me ayudó mucho. Le pusimos al riñón el nombre de Archibaldo y le hicimos una caricatura, porque era mi esperanza de seguir viviendo”.
Corona tenía 19 años y bajó 15 kilos para poder ser donante. Se realizó estudios para descartar riesgos de desarrollar enfermedades posteriores y fue evaluada bioquímicamente para saber si era compatible con su prima. Sus análisis incluyeron revisiones de un cardiólogo, neumólogo, ginecólogo y un psicólogo.
“No tuve miedo a la operación ni a quedarme con un sólo riñón. Me informé sobre qué me sucedería y a qué cuidados debía someterme”, recuerda la joven.
Después de la cirugía , Palacios estuvo en terapia intensiva porque su cuerpo rechazó al órgano durante 15 días, hasta que los médicos controlaron la situación. Después de su alta hospitalaria pasó tres meses en su recámara para evitar contraer infecciones, luego se quedó en su casa durante seis meses tomando inmunosupresores y antibióticos cada hora.
Los inmunosupresores inhiben la respuesta del sistema inmunitario que automáticamente rechaza al órgano como un cuerpo extraño y los antibióticos previenen infecciones que podrían debilitar al paciente o infectar al órgano recién obtenido.
Uno de los medicamentos inmunosupresores desgastó su cadera derecha y ahora tiene que caminar con bastón. Actualmente, cinco años después del transplante, tiene consultas médicas trimestrales y toma medicamentos dos veces al día. Entre las muchas restricciones que su condición presenta, se encuentran la prohibición de comer uvas, toronjas y carne de cerdo.
“Aunque exista mucha cercanía sanguínea con el donador, el cuerpo reconoce lo que es propio y lo que es ajeno, y siempre podrá rechazar el órgano, por eso deben tomar medicamentos de por vida. Además deben hacerse exámenes cada tres meses, llevar una vida sana y cuidar la higiene alimenticia”, explica Covarrubias.
El especialista indica que los donantes “al menos cada año deben asistir al médico para realizarse exámenes que nos muestren su salud en general y cómo van sus funciones renales con el objetivo de corregir los factores de riesgos que puedan lleven al paciente a padecer alguna enfermedad como la diabetes o hipertensión. Además deben llevar una vida saludable, evitar el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo de grasas”.
En México, la glomerulonefritis (disfunción de las células renales), la diabetes mellitus y la hipertensión son las tres principales condiciones causantes de enfermedades renales crónicas, según el reporte Enfermedad renal crónica y su atención mediante tratamiento sustitutivo en México, publicado en 2010 por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
CNN México