El oficio de lo Sagrado

Historia del teatro en Grecia II

Llega el jueves y también Ecos del Pasado. La entrega anterior estuvo dedicada a los orígenes del teatro en Grecia. En esta ocasión hablaremos un poco más al respecto. Agradecemos los gratos comentarios y a quienes compartieron este enlace vía redes sociales.

 Pues bien continuemos con el tema. Retomando lo expuesto anteriormente, comentamos lo importante del oficio histriónico en lo referente a la cosmovisión religiosa a partir de la soteriología. Sin embargo, es menester dedicar un poco de tiempo a observar de dónde surgen estos mitos salvadores.

El primero a contemplar son los famosos Mitos Eleusinos. Originarios de la Isla de Eleusis. Poco se sabe qué sucedía al interior de este tipo de ritos, de carácter iniciático. Hasta el día de hoy sabemos que quien los oficiaba se le denominaba Hierofante, es decir “el que revela lo sagrado”. Consagrados a la diosa Deméter, descansa su base dogmática en el mito de Core-Perséfone.

 Core es hija de Zeus y Deméter. Por las referencias se sabe que era hija única, pero en cierta ocasión, mientras jugueteaba inocentemente con las ninfas del bosque, Hades o Plutón, el dios de la muerte, quedó prendado de su belleza. Como es costumbre entre las divinidades helénicas, el señor del Inframundo raptó a la joven llevándola al Inframundo. Deméter, al no encontrar a su hija cayó en profunda tristeza declarando que la tierra no sería capaz de dar fruto alguno hasta no ver de regreso a su amada hija. Así las cosas, el mundo se sumergió en un eterno invierno, preocupando tanto a dioses como a mortales. Zeus encomendó a los olímpicos buscar por todos lados a Core; el único capaz de dar con su paradero fue Hermes, quien acompaña a las almas en su viaje por el Río Estigia.

 El joven dios advirtió a la chica que no comiera nada del mundo de Hades, pronto la rescatarían. No obstante, el señor de los muertos, ni tardo ni perezoso, había dado a Core tres semillas de granada, cultivada en sus dominios. Cuando Zeus y los demás llegaron, se encontraron con la disyuntiva de no poder hacer más, pues dicho fruto es símbolo del matrimonio sagrado (hierogamia). Entre dimes y diretes, Suegra y yerno llegaron a un acuerdo: la mitad del año, Core pasaría los días con su madre; el resto estaría al lado de su ahora esposo. Por esta razón, cuando la joven retorna al regazo materno, la tierra florece alegremente; pero cuando parte al lecho nupcial, la tierra se entristece y muere. Así se explican las cuatro estaciones del año.

 Ahora bien, Core conserva el nombre durante la estancia con Deméter; cambiando a Perséfone al momento de coronarse como la señora del Inframundo. Este acto de muerte-renacimiento, donde Core es símbolo mortal, mientras el segundo nombre hace referencia al elemento inmortal, sentaron las bases soteriológicas de dicho culto. No obstante, el mayor auge surgió en el culto dionisíaco de los Mitos Órficos.

 Dionisio, hijo de Zeus y la princesa Sémele; fue en inicio un semidiós, como Heracles; pero los mitos cuentan cómo Hera, celosa como de costumbre, incita a la bella chica a exigirle a su amante que muestre su verdadera faz, por lo cual quedó reducida a cenizas pues no soportó el esplendor divino del señor del Olimpo. Sin embargo, existe la variante en donde son los titanes quienes aniquilan a Sémele. Sea como sea, Hermes rescata al feto entre los escombros, implantándolo en el muslo de Zeus; por una extraña lógica divina, el niño nació completamente inmortal, como si este acto de la muerte materna fuera símbolo transitorio, donde el hombre-dios, pierde su parte mortal transformándose en eterno; eso es lo que tiene de bueno la resucitación, uno deja de ser humano para ser dios.

 Roberto Calasso, en Las bodas de Cadmio y Armonía, expone que lo esencial de la resucitación divina dionisíaca, se observa más adelante cuando los dioses repudian a Dionisio, exigiéndole a Zeus lo envíe a la tierra para que realice algo merecedor de veneración, muchos caen en el erro de creer que ese acto por lo cual se le rindió culto fue el vino, no obstante, eso es falso. Los mitos cuentan como creció al lado del joven Zagreo, quien fue su amante. Hera, molesta aún con la

infidelidad de su marido, decidió desquitarse en el pobre hijo, aniquilando al viril compañero. Cuando el joven dios observó los despojos de su amante, decidió transformar su cuerpo en una hermosa planta: la vid, y su sangre se convirtió en su fruto: la uva. Por ello la uva es roja. De ahí extrajo un elixir para conmemorar la muerte de Zagreo. Esta historia homoerótica nos narra la doble faz del dios, por un lado es mortal, humano, Zagreo; por otro es divino, eterno, Dionisio; el vino es pues, una forma simbólica de la transformación mortal a lo inmortal, de lo que perece para resucitar en algo eterno. De este modo, el culto dionisíaco fue el primero en utilizar el “vino de consagrar”. Aquí se aprecia el acto divino de Dionisio, lo cual le ganó un lugar entre los olímpicos: es capaz de transformar lo mortal en lo inmortal, a través de su culto el hombre deja de temer la muerte para ser eterno. El cristianismo no inventó nada nuevo, esto se venía manejando siglos atrás.

 Con el culto dionisíaco en pañales, el dios pidió a Sileno que fuese uno de sus “apóstoles”, el anciano aceptó gustoso y comenzó a cultivar la vid. En cierta ocasión vio a un cabrito comer las hojas de la planta sagrada, por lo cual lo mató a palazos, fabricándose con su piel una capa. Cuando el viejo Sileno estaba realizando proselitismo con un grupo de campesinos, estos cayeron ante el efecto del vino, y uno fue el que se desplomó en un profundo sueño, los demás, aterrados, confundieron al pobre carcamán con un hechicero, matándolo a palos, así como él lo hizo con el cabrito. A este acto se le llamó tragos oda, es decir, el canto del macho cabrito. Este mito fue la primera obra teatral del mundo, de donde deriva lo que llamamos Tragedia.

 En la próxima entrega haremos una revisión de los géneros dramáticos: Comedia y Tragedia. Por lo pronto nos despedimos, deseándoles feliz cierre de semana y esperando sus comentarios. Los dioses iluminen su andar.