La Rueca de Morgana
Tercera parte: Los Ideales de la buena Caballería
Desde los primeros tiempos la humanidad se ha fascinado con míticas leyendas, el héroe se convierte en prócer y carga sobre sus hombros la identidad social. Pero ¿Qué es el mito?, ¿por qué el hombre creó los mitos? y, sobre todo, ¿por qué decimos que el mito hace al hombre? Bien, tales cuestiones resultan interesantes y las respuestas a ellas son variopintas, por ello sólo nos limitaremos a comentar brevemente el mito de “La Buena Caballería”, a través de la antigua leyenda del Rey Arturo y su Tabla Redonda. Sin embargo, es menester señalar algunos puntos previos acaecidos antes de la aparición del mito artúrico.
En primera instancia revisemos algunos aspectos del mito: El primero en contraponer las fuerzas del mythós y el logos fue Jenófanes (hacia 565-470 a. C) quien las planteó como contrarios, en donde el primero simboliza la sinrazón, lo absurdo, aquello acrítico, legendario y producto de la fantasía humana; mientras el segundo se transformó en el arquetipo racional, digno de ser cultivado cual perla preciosa. Este debate convirtió el mito en sinónimo de mentira, no obstante, rescatemos otra perspectiva y abordémoslo bajo diferente concepto. Mircea Eliade, en su obra Mito y Realidad plantea el mito como una “verdad revelada”, es decir una realidad fundamentada en los terrenos de la fe y es que el mito representa una forma explicativa de la realidad, da respuesta a preguntas radicales para el buen creyente, el cual cimenta su propia identidad en el profundo simbolismo que encierra.
Para ello es importante señalar que dichos relatos resguardan dos mensajes: el explícito y el implícito; y sólo por medio de un concienzudo análisis pueden revelarse ante nosotros los ricos tesoros que esconde.
Aunado a lo anterior se encuentra la idea del “numen”[1], es decir el sentido sagrado y místico del mito, así deja de ser un simple relato para transformarse en un discurso cargado de un potencial sagrado. Con todo esto se puede tener un panorama general de la importancia del mito, es decir deja de verse como una mentira para comprender su verdadero valor: una verdad revelada y es revelada porque es precisamente el numen quien da a conocerla. Cabe mencionar que no siempre es una deidad la reveladora, pero siempre es lo trascendente, aquello más allá del mundo humano; de esta manera surge un discurso sagrado y explicativo, es el más allá explicando el más acá.
Una vez planteada la postura adoptada ante lo que es un mito entraremos en la materia del presente artículo: Los ideales de la Buena Caballería.
Es importante resaltar que la Caballería medieval tiene sus raíces en los ideales judeocristianos expresados en La Biblia, el libro de Los Jueces resulta un rico conjunto de esta caballería primordial, pues a diferencia de otros héroes el buen caballero es aquel que lucha en pro de Yahvé y no de la deidad pagana. Así pues, retomaré a uno de ellos, sin dejar de ser Moisés el héroe hebreo por antonomasia, en esta ocasión comentaremos sobre otro joven: Gedeón[2]
Todo empieza cuando El Ángel del Señor[3] se aparece ante Gedeón durante una situación difícil, pues los madianitas asaltan los campos judíos arrastrando así la miseria al pueblo de Israel.
El ángel del Señor se le apareció y le dijo: -¡El Señor está contigo, varón valiente y esforzado!- y Gedeón contestó –Perdón, señor, pero si el Señor está con nosotros…
En la frase anterior tenemos el primer elemento del buen caballero: la experiencia numinosa, sin embargo más adelante Dios es puesto a prueba por Gedeón, pues éste debe cerciorarse que es el numen quien habla y no alguna otra fuerza extraña. Para ello el joven extiende un manto de lana sobre la hierba y le pide a la deidad que al día siguiente todo se encuentre húmedo por el rocío matutino a excepción del manto, así pues al siguiente día Gedeón se presenta y observa la lana seca mientras lo demás está húmedo, no obstante el muchacho vuelve a pedir a la divinidad una prueba más, y esta vez exige que todo se encuentre seco exceptuando el manto. Al día siguiente el joven regresa al lugar y encuentra todo tal cual pidió, la hierba seca y la manta húmeda.
Una vez seguro de haber vivido una auténtica experiencia numinosa vemos en Gedeón un gran paladín que guía a la victoria al pueblo israelí en contra de los madianitas. Sin embargo es importante señalar que en esta “caballería primaria” es Dios quien dicta cada una de las acciones a seguir, transformando así al héroe guerrero en un instrumento de su voluntad, esto no se verá presente en la leyenda artúrica; pero sí se conservarán los siguientes aspectos: la extrema generosidad del caballero, la actitud desinteresada de pensar en el beneficio social antes del propio y la plena confianza en que es el numen quien envía al buen caballero.
Con lo expuesto en los párrafos anteriores señalemos la importancia de los ideales judeocristianos en el mito del caballero, ya para el siglo XII d. C. nace el libro Historia de los Reyes de Britania de Geoffrey de Monmouth, en donde por primera vez se habla del Rey Arturo y puede decirse de la “caballería” como tal; posteriormente en los siglos XIII y XIV aparecen El Perlesvaus o Alto Libro del Graal y Sir Gawain y el Caballero Verde, que junto con la obra de Monmouth conforman los tres textos que analizaremos para ejemplificar los ideales de la buena caballería, de tal manera que Arturo y sus nobles caballeros de la Tabla Redonda se transformaron en un arquetipo[4] de los cuales se han gastado papel y tinta a granel desde el siglo XII hasta el día de hoy. Antes de continuar es imperante responder ¿por qué el rey Arturo y no otros? Pues porque, como mencionamos, es precisamente la leyenda artúrica la leyenda caballeresca por antonomasia, la cual, incluso al día de hoy, sigue siendo retomada y reinterpretada resguardando un profundo sentido de identidad; la humanidad del siglo XXI vuelve a buscar en Cámelot y en Avalon un sentido moral, ético e incluso existencial.
[1] Me baso en las ideas de Rudolf Otto, Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, donde se señala el numen como lo sagrado, lo trascendente, aquello que algunos hombres han denominado Dios
[2] Jueces Cáps 6-8
[3] El Ángel del Señor, según Rudolf Otto op. cit., resulta ser la parte racional de Yahvé, es decir aquella parte del numen capaz de ser percibida por la razón humana.
[4] Tomo la palabra arquetipo tal cual la planteó Janet “todo arquetipo es siempre una abstracción”
Para comprender mejor cómo es que se da esta idealización del caballero observemos algunas de sus características más significativas, que hacen del Buen Caballero un ejemplo social:
a) El Buen Caballero vive una experiencia numinosa. En el caso de Arturo es a través de la “maravilla”, de lo no humano que entre más temible sea más mérito da a la proeza realizada. Sin embargo vemos, como en Gedeón, la presencia de Dios como guía, pero esta vez la deidad se manifiesta a través de su sacerdocio, así pues vemos al arzobispo Dubricio (el santo varón) hablar a las tropas británicas cuando van a luchar en contra de los Sajones.[1]
b) El Buen Caballero vive la aventura solo a menos que se trate de una guerra. Ejemplos de ello hay a granel, sin embargo el más obvio a este respecto es toda la obra de Sir Gawain y el Caballero Verde, en donde el sobrino de Arturo se ve inmiscuido en una fascinante aventura cierto día de navidad en el cual se hace presente un caballero totalmente verde, quien reta a un “juego de navidades” el cual consiste en que un hombre le aseste un golpe al extraño visitante, y a la vuelta de un año éste le regresará dicho golpe. Sir Gawain, bastante confiado, decide aceptar el reto y corta de un tajo la cabeza del caballero verde, el cual tranquilamente recoge su testa perdida y animosamente dice “bien pues, os espero dentro de un año para que yo responda el golpe recibido”[2]. De esta manera dicho texto expresa cómo el Buen Caballero parte sin compañero alguno a vivir la aventura, para volver victorioso y recibir todos los honores por su difícil proeza.
c) El Buen Caballero defiende su patria. Así vemos como cuando el Rey Arturo se ve amenazado por los Romanos y todos los caballeros no vacilan en ir en defensa de su amada tierra.
d) El Buen Caballero es leal a su rey, de manera incondicional “Uno tras otro prometieron a Arturo tantos guerreros como exigía su condición de vasallos”[3] en este pasaje no apoyan al rey porque sí, sino por ser vasallos y entender la decisión del numen como en las palabras de Hoel “Además las profecías de la Sibila testifican sin margen de error que habrá un tercer emperador romano de sangre británica. […] y en ti saludamos al hombre a quien le ha sido reservado ese supremo honor. Apresúrate, pues, a recibir lo que Dios no va a tardar en entregarte.”[4]
e) El Buen Caballero no le teme a las batallas, las enfrenta valerosamente, como puede apreciarse en las palabras de Angusel “¡qué dulces serán las heridas que me abrirán y que abriré, cuando lleguemos al cuerpo a cuerpo! Dulce será también la propia muerte, si la sufro vengando a nuestros mayores, salvaguardando nuestra libertad, exaltando a nuestro rey. Ataquemos pues, a esos afeminados y no cejemos hasta haberlos vencido por completo, despojándolos de todos sus honores en alegre victoria.”[5]
f) El buen caballero es bien parecido, es decir es estéticamente bello y bien vestido, jamás se le verá maltrecho y harapiento, así vemos a un Percival, que embellece conforme vive aventuras, o podemos observar la atinada descripción que se encuentra en Sir Gawain y el Caballero Verde
“Permaneció allí todo ese día; y a la madrugada siguiente pidió sus armas, y le fueron traídas todas ellas. Primero extendieron en el suelo una alfombra bermeja sobre la que relucían las brillantes piezas de su arnés. Se acercó el fornido caballero, y empezó a manipular el acero: se puso un jubón adamascado de Tharsia; y sobre él, una graciosa capucha forrada con fina piel de armiño. Cubrieron luego sus pies con calzado de acero, le envolvieron las piernas con grebas arrogantes, completas con bruñidas y relucientes rodilleras de dorada charnela; después le pusieron bellos quijotes, bien sujetos con correas, que cubrieron hábilmente sus muslos musculosos. A continuación, sobre el rico tejido que envolvía al guerrero, colocaron la cota de malla, hecha con relucientes anillas de acero; bruñidos brazaletes sobre ambos brazos, con brillantes codales, plateados guanteletes, y el resto de la hermosa armadura, para protegerle de cuanto pudiera acontecer: rica cota de de armas, orgullosas espuelas de oro, y espada bien ceñida, con cinturón de seda, al costado.”[6]
g) El Buen Caballero se comporta de una forma decorosa. Sobretodo a partir del siglo XIII, con la revaloración de la Vulgata (traducción al latín de la Biblia por Sn Jerónimo en el siglo V) en la que los ideales monásticos se hacen presentes. Así pues vemos la transformación del caballero dedicado al amor cortés a un noble caballero dedicado a cuidar su pureza y castidad, en El Perlesvaus o Alto Libro del Graal observamos a un Percival que niega sus favores a las damas pues se sabe en una empresa sagrada, en este caso se trata de la búsqueda del Santo Grial. Ejemplo de ello es cuando se encuentra ante la Reina de las Doncellas “que era muy hermosa, le amaba con gran amor [a Percival], pero sabía bien que ni dama ni doncella que pusiera en él su atención obtendría de él su deseo, pues era casto y en castidad quería morir.”[7]
Así pues, el Buen Caballero no sólo es valeroso, bien parecido y vividor de aventuras fantásticas, sino que también es custodio de ideales sagrados. A través de esta brevísima revisión sobre algunos aspectos que el mito de la caballería encierra puede denotarse que ser caballero es más una actitud y una conducta social que tomar armas y montar un corcel, es comulgar con las necesidades sociales y los ideales numínicos, pues es él quien forja la identidad de sus congéneres, marca el camino a seguir y los ideales a defender; de tal suerte que el noble y gentil Arturo no sólo es un discurso fantástico y mágico, sino que resulta ser una pauta a seguir, un arquetipo social inicialmente inglés; sin embargo al día de hoy resulta esencial para toda la cultura occidental, baste observar incluso los afamados videojuegos, los cuales con toda y la exuberante tecnología siguen cimentados en los Ideales de la Buena Caballería, cierto es que tal vez no haya un mensaje religioso en dicho entretenimiento contemporáneo, pero sí social, ¿por qué? Porque sigue observando los valores, la ética y el comportamiento que se espera de aquellos que algún día sustituirán a los ancianos de nuestra sociedad.