¡Merolico, merolico!

¿Quién te dio tan grande pico?

“Se lleva usté el artículo de moda, de novedá, para el niño o para la niña, diez pesos le vale, diez pesos le cuesta” quién en la Ciudad de México no ha escuchado esta clásica retahíla dentro de los vagones del metro, o la tan afamada: “Se compran colchones, lavadoras, estufas o fierro viejo que venda”. Desde la fundación de la Gran Tenochtitlán, en 1325 d. C., hasta el día de hoy en nuestro México lindo y querido se ofertan al mercado ambulante una gran diversidad de artículos, desde la mágica panacea, ahora en pomada para su mayor comodidad, hasta el CD de karioke con artistas de moda, como tu amigo el Puma. Sin embargo, este folklórico mercado no va solo, no señoras y señores, va acompañado del famoso merolico; ese individuo (o individua) que voz en cuello anuncia las maravillas y ofertas en su negocio, pero ¿de dónde vienen? ¿Cuándo Dios creó el universo en siete días, el quinto hizo al hombre y el sexto a la raza de vendedores? ¿Merolico fue un dios, un héroe o personaje de teatro griego?

La respuesta a estas interrogantes es negativa. En sí merolico se remonta al siglo XIX mexicano, exactamente a 1879 cuando llegó al valle de Anáhuac el “médico” suizo Rafael Juan de Meraulyok quien pronto se dio a conocer como gran conversador y peculiar matasanos capaz de ejercer sus habilidades en medicina, odontología y cirugía a plena calle acompañado de vistosos anuncios y retahílas ofreciendo curas milagrosas para todo mal. Como es lógico, su nombre derivó de Meraulyok a señor Merolico y cuentan que al final de sus anuncios a plena voz, las multitudes apiñonadas a su alrededor contestaban: “¡Merolico, merolico!  ¿Quién te dio tan grande pico?” Obviamente los imitadores no se hicieron esperar suscitando disputas sobre el noble ejercicio de la profesión ambulante por lo cual se le asignó como espacio único la Plaza del Seminario a un costado de la Catedral Metropolitana donde este peculiar profesional de la “ciencia” continuó ofreciendo sus mágicos remedios.
Para saber más puedes consultar:
Algarabía, El libro de las Palabrotas, México: Editorial Lectorum, 2007.
Jesús Guzmán Urióstegui, Memorias de Merolico. Páginas arrancadas a la historia de su vida por XYZ, México: Príncipe los Reyes, 2005.