Toda la vida huyendo de los productos grasos y ahora resulta que algunos, como el del árbol de té, mantienen a raya las bacterias que lo causa.

El acné es uno de los entes que más falsos mitos irracionales acumula. Que si lo causa el chocolate. Que es consecuencia de una desordenada vida sexual, especialmente, cuando se practica en solitario. Que si es cosa de la adolescencia y se va tal como llegó (¡ojalá!). Que si ni se te ocurra ponerte sustancias grasosas sobre el rostro.

En líneas generales, si el problema de la piel es un exceso de producción sebácea lo recomendable es utilizar “cosméticos libres de grasa (‘oil-free’). Son aquellos que contienen escasa cantidad de productos grasosos, aunque una ausencia de grasa absoluta es imposible”, explica el dermatólogo Manuel Fernández-Lorente, del Grupo Pedro Jaén. Sin embargo, y en contra de lo que podría creerse, hay aceites que pueden entrar a formar parte del arsenal contra el acné. Porque no solo no obstruyen los poros, agravando la infección típica que acaba en granos, sino que enfrentan a las bacterias responsables.

Y aquí surge la duda. Mientras los dermatólogos insisten en el tratamiento temprano y contundente del acné para controlarlo y evitar cicatrices, existe una corriente naturalista que huye de la química y de los productos farmacéuticos. Los primeros ensalzan la isotretinoina oral en dosis bajas (el antiguo Roacután). Los otros apuestan por los aceites naturales. No todos, pero sí una aguerrida escudería con propiedades antisépticas, cicatrizantes, antiinflamatorias e, incluso, anti-rojeces con efectos beneficiosos en la batalla contra el acné.

Los expertos en cosmética natural coinciden es en que hay perder el miedo a los aceites para el rostro, incluso para pieles grasas y con tendencia acneica. “Los aceites penetran con mayor facilidad que las cremas y, al ser activos naturales, la piel los absorbe directamente sin necesitad de otras sustancias conductoras”, afirma Mónica ceño, creadora de The Lab Room. “Si es de buena calidad, esto es, de primera presión en frío, penetra inmediatamente sin dejar una película grasa sobre la piel. Pero hay que usar poca cantidad”. Sin embargo, no todo el campo es orégano, o, lo que es lo mismo, no pueden aplicarse así nada más.

La doctora María José Martínez Caballero, artífice de la línea de cosmética natural Archangela, advierte de la diferencia entre los aceites naturales (normalmente vegetales, aunque también pueden ser de origen animal, como el de emú) y los esenciales. “Los primeros se obtienen por presión sobre la planta o semilla. Los esenciales, en cambio, se consiguen por destilación de la planta. Su concentración es mucho mayor, por eso deben usarse con cuidado y nunca directamente sobre la piel, ya que podrían irritarla. Además, muchos de ellos pueden contener alérgenos naturales o elementos fotosensibilizantes”. Para aplicar los aceites esenciales sobre la piel sin causar males mayores “deben ir diluidos con aceites portadores, como los de avellana, almendra, joroba…”, apunta Ceño.

Aunque cada fabricante o cada fitoterapeuta tiene sus recetas y sus aceites favoritos, suele haber consenso en torno al árbol de té . “En pequeñas dosis es un gran antimicrobiano”, insiste Martínez Caballero. Lo normal es usarlo en compañía de otros agentes naturales.

Nadie duda de que el aceite de té es el Cristiano Ronaldo de los anti-granos, pero en la lista se suelen incluir otros como el de neem. “Tiene excelentes propiedades antibacterianas y antimicóticas. Su uso es muy conocido en la cultura india. ¿Por qué no se usa más en cosmética occidental? Porque huele parecido al ajo. Y esto es un desagradable inconveniente”, explica Martínez Caballero.

“Otro aceite que funciona bien en pieles acneicas es el de emú, que se extrae del plumaje de este ave australiana y es ligeramente antiséptico y cicatrizante. Y el de laurel, antibacteriano y con gran poder limpiador gracias ácido láurico; el calophylum, muy buen agente anti-infecciones gracias a la inofilina, y buen cicatrizante por la calaustrina.Y añadiría la chaulmoogra, un seborregulador cuyos ácidos grasos cíclicos inhiben el crecimiento de bacterias”. La selección de aceites ‘buenos’ no caba aquí. La doctora apunta al dátil del desierto, con fitoesteroles con propiedades antisépticas; la karanja o pongamia, con flavonoides antimicrobianos; la nigeria de Egipto, “un maravilloso inmunoestimulante de la piel con su thimoquinona, que funciona como antibiótico natural además de ser antiinflamatorio y reparador”. Y añade tres más: la avellana, la papaya, que limpia la piel y regula la secreción de grasa, y el yangu, por su poder matificante.

Danixa Montero, directora de Serendipia, un centro estético especializado en tratamientos naturales, señala también el aceite de semilla de rosa. “Un aceite de rosa de Damasco y mosqueta, alto en vitamina A, ayuda a regenerar la piel y contiene la aparición de manchas propias de pieles con acné”. Y, en cualquier caso, huye de los aceites minerales derivados del petróleo.

Cómo usarlo, en qué dosis y cuántas veces

Ya tenemos el ‘dream team’ aunque los expertos advierten que mejor no convertirse en alquimistas en casa. O se recurre a uno ya listo para su uso tópico o se es lo suficientemente buen conocedor en fitoterapia como para no arriesgarse a irritaciones por no medir milimétricamente las dosis o porque tal extracto sea más concentrado de lo esperable. En cuanto a su uso, por muy naturales que sean, mejor ir con pies de plomo. En el caso del árbol de té, el más habitual frente al acné, hay dos maneras de usarlo en casa: añadir cuatro gotas al algodón impregnado en tónico o agua micelar y repartirlo por todo el rostro o aplicar una gotita del aceite esencial puro sobre cada grano.

Adentrarse en ese resbaladizo oráculo de Delfos que es Google, supone toparse con infinidad de testimonios y recetas caseras para realizar ungüentos que prometen curar el acné sin pasar por el dermatólogo. Muchos estigmatizan los medicamentos y narran horrores respecto a la isotretinoina basándose en las dosis salvajes de hace tres lustros. Fernández-Lorente, advierte que más del 60% de los jóvenes entre 14 y 25 años buscan su tratamiento contra el acné en Internet. Y, como todo, buscar verdades en la Red de redes es jugar a la ruleta rusa. Porque si hay algo en lo que todos los dermatólogos coinciden es en que no todos los acnés son iguales ni todas las pieles toleran igual las sustancias que se aplican sobre ellas. Un paso en falso en el tratamiento de esta patología es tiempo perdido en la lucha que puede dar paso a cicatrices que luego es complicado erradicar. Al menos, antes de tomar una decisión, conviene pasar por la consulta del dermatólogo. Porque no siempre la medicina natural es incompatible con la medicina convencional.

Fuente: SModa