Fernando Rivera Calderón publica un compendio de definiciones ilustradas por Alejandro Magallanes

Todo empezó con el desorden de una casa saqueada, donde los ladrones no tuvieron piedad y destrozaron todo lo que encontraron a su paso. Un revoltijo de guitarras rotas y papeles revueltos. Se llevaron un ordenador que, entre otras muchas cosas, contenía el borrador del que iba a ser el primer libro de Fernando Rivera Calderón, un ensayo humorístico sobre las drogas contado en primera persona. Su compromiso editorial se iba al traste así que a su editora se le ocurrió que lo que mejor podía hacer era hablar de aquello que, como él mismo reconoce, rodea su vida: el caos.

Así que el hombre que había hecho de todo hasta ese momento menos publicar un libro – escribir y cantar canciones, redactar y editar artículos, conducir programas de radio y televisión e incluso componer una versión del himno nacional mexicano en reguetón -, se puso manos a la obra para intentar definir todo lo que formaba su mundo, desde un botón hasta el ego, desde la memoria hasta una cuchara. Así nació el Diccionario del Caos, como un conjunto de descripciones y aforismos que retratan el modo en el que ve la vida este chilango afincado en el barrio de Coyoacán.

Pero, como poner orden en el caos no parece una tarea fácil y Fernando Rivera Calderón está tranquilo con su vida caótica, este diccionario no tiene orden alfabético. Publicado en el mismo orden en el que fue escrito, parecería que a alguien se le cayó el boceto entre las manos y revolvió las hojas. En sus páginas, que ni siquiera están numeradas, se suceden los conceptos sin orden aparente e incluso se repiten. En cada página un concepto y con cada concepto una definición y una ilustración. “Todas las definiciones son tuiteables pero son mucho más profundas que un tuit. Tienen mucho más de la poesía y de la filosofía”, explica. Páginas llenas de dobles sentidos, ironías, humor, juegos de palabras e incluso homenajes a escritores y filósofos desde Monterroso a Giordano Bruno.

“Es completamente lo contrario a la idea tradicional de diccionario, que está escrito por académicos de una manera objetiva. Si yo leo el significado de la palabra amor siento que no tiene nada que ver con lo que yo entiendo por amor. Además de que tengo varias ideas sobre una misma cosa”. Por eso, a lo largo de sus páginas hay varias definiciones de la misma palabras, de conceptos como caos o Dios.

El resultado de seis meses de trabajo y varias noches sin dormir es un libro objeto en el que las palabras están acompañadas por las magníficas ilustraciones de Alejandro Magallanes. “El diálogo entre imágenes y textos no es una ilustración lineal sino que la imagen te anima a entender la definición por otro lado. Para mí es el libro ideal, como yo lo había pensado”, explica Rivera Calderón. La pareja tiene algo de dúo cómico cuando se sienta a hablar del libro y bromean con que dentro de 20 años todos los conceptos significarán “dinero” para ellos. Magallanes ha jugado con las palabras y la tipografías, con los colores y con el fondo y la forma para que este diccionario se lea pero que también se vea.

Como el autor ha pillado el gusto a esto de definir conceptos, no tiene problemas en describir a Alejandro Magallanes: “Quimera humana. Niño con pocas canas y varios años. Capaz de convertir la realidad en dibujos y garabatos y capaz de convertir los garabatos en ideas y poemas y metáforas y sacáforas”. El ilustrador también se atreve con las definiciones: “Fernando Rivera Calderón, no le etiquete porque ya se movió a otra parte”. Los dos coinciden en que el tomo tiene algo de juguete y ellos, de niños grandes. Aunque, advierte Magallanes, “no todo es confeti, no son chistes, también hay cosas muy serias”.

Si el principio de este libro empezaba con el desorden, el final no puede ser distinto: para sorpresa de sus autores, el tomo se puede encontrar en la sección Desarrollo humano y superación personal de las librerías.

El País