Tras ganar el pasado domingo un galardón en los premios Bafta del cine británico, The Act of Killing (El acto de matar) –del estadounidense Joshua Oppenheimer– es uno de los principales candidatos a ganar el Oscar al mejor documental.
La película trata las cientos de miles de ejecuciones llevadas a cabo en la década de 1960 en Indonesia en nombre de la lucha contra el comunismo.
Lo que le da al documental un filo surrealista es que Oppenheimer filmó a los victimarios recreando las ejecuciones en el estilo de sus películas americanas favoritas.
En declaraciones poco antes de su victoria en los premios del cine británico, el cineasta nacido en Texas dijo cómo evolucionó su inusual acercamiento a la realización del documental.
Inicialmente se pasó dos años filmando los recuentos de cada victimario que pudo encontrar.
“Me di cuenta de que todos y cada uno de ellos estaban abiertos a relatar los detalles espeluznantes de las muertes, y de jactarse de ello, por lo general con una sonrisa en sus rostros, a menudo en presencia de sus esposas e hijos e incluso nietos pequeños”.
“La pregunta en mi mente era: ¿por qué se están jactando y para quién?”.
Oppenheimer se dio cuenta de que los victimarios a menudo lo llevaban a la escena de las ejecuciones y demostraban sus métodos.
Así, a través de un proceso “orgánico”, llegaron a actuar las muertes en cámara utilizando diferentes géneros cinematográficos.
Oppenheimer describe el resultado como “un documental de la imaginación”.
“The Act of Killing” se centra en Anwar Congo, uno de un grupo de “gánsters de cine” que operaban fuera de los cines en Medan, al norte de la isla Sumatra.
Congo fue el 41º victimario que Oppenheimer entrevistó. “Me quedé con él porque sentía que su dolor estaba cerca de la superficie”.
El grupo de Congo, que tenía fama de violento, fue reclutado como escuadrón de la muerte por el ejército en 1965. Inspirado por una película de la mafia, Congo prefería estrangular a sus víctimas con alambre.
En la película se describe cómo le encantaban las películas de Elvis y cómo bailaba al cruzar la calle desde el cine a su oficina para llevar a cabo los asesinatos.
“Matar es algo intrínsecamente traumático”, dice Oppenheimer. “Muy pocas especies matan a los suyos, y sólo los seres humanos lo hacen con tanto gusto y eficiencia”.
“Cuando tenemos que matar, tenemos que distanciarnos de alguna manera de nosotros mismos. Para Anwar y sus compañeros mafiosos en Medan era cine y la actuación les ayudó a distanciarse del acto de matar”.
“La identificación con Elvis permitió a Anwar sentir que no estaba realmente allí”, agrega.
Para sus escenas de ficción en la película, el Congo y sus amigos escribieron los guiones y actuaron de sí mismos y en el papel de sus víctimas.
Oppenheimer recuerda cómo Congo veía las imágenes de nuevo y e insistía en cambiar su pelo o su vestuario. “Poco a poco evolucionaron estas dramatizaciones más surrealistas, absurdas y grotescas”.
Pero, ¿cuál fue el efecto psicológico de filmar estas escenas en Oppenheimer y su anónimo co-director indonesio?
“Fue una travesía dolorosa, pero muy significativa. Hay una escena en el corte del director, donde Anwar muestra cómo pudo haber matado a un niño al sacrificar un oso de peluche”.
“Mientras estaba filmando esa escena, pude escuchar que su micrófono estaba haciendo ruido y dije ‘corte’, y Anwar se dio cuenta de que estaba llorando. Esa fue la primera vez en mi vida que me encontré llorando sin ser consciente de ello”.
“Me di cuenta de que todos y cada uno de ellos estaban abiertos a relatar los detalles espeluznantes de los asesinatos, y de jactarse de ello, por lo general con una sonrisa en sus rostros, a menudo en presencia de sus esposas e hijos e incluso nietos pequeños” – Joshua Oppenheimer, director
“Tal vez me estoy mintiendo a mí mismo, pero he localizado ese momento como la fuente de meses de pesadillas mientras hacía la película”.
Dice que su anónimo equipo indonesio “ni por un segundo dejó que me olvidara por qué estábamos haciendo esto”.
La película se mostró en todo el país y también está disponible para su descarga gratuita en internet.
La atención mundial por la nominación al Oscar generó la reacción del gobierno, que dijo que el país había sido retratado como “una nación cruel y anárquica”.
Oppenheimer se mantiene en contacto con Anwar Congo pero siente que no es capaz de regresar a Indonesia por razones de seguridad.
“Cuando Anwar vio la película estaba muy conmovido y dijo: ‘Josh, esta película muestra lo que se siente al ser yo'”.
“Sé que esto es un gran año para él en el sentido de que de repente está en el centro de atención como alguien que ha cometido atrocidades. Es un lugar aterrador para estar y quería saber cómo lo estaba manejando. Su seguridad física está bien. No ha sido tomado como chivo expiatorio por la película”, cuenta.
“Atravesamos juntos un viaje largo y doloroso. Nos preocupamos el uno por el otro. Pienso en él todo el tiempo porque estoy viajando con la película”.
Oppenheimer hace hincapié que lo que su película demuestra es lo que sucede cuando los matones ganan y escriben su propia historia.
“Los victimarios que vemos claramente en la película no tienen que reconocer que lo que han hecho estaba mal. Para salvarse del tormento de la culpa mantienen las mentiras y las historias de los vencedores que han dicho para justificar sus acciones”.
“No lo hacen porque sean monstruos, pero debido a que son humanos y saben que lo que han hecho está mal”.