Gente muy juiciosa, y en este caso investigadores de la Universidad de Princeton, corroboró que el sexo nos hace más inteligentes.

De sobra sabemos que la cama mejora el estado de ánimo, baja el estrés y hace más activas ciertas zonas del cerebro, pero estos magos, dirigidos por Benedetta Leuner, concluyeron que los polvos hacen que haya más conexiones entre las neuronas.

Para comprobarlo, tomaron dos grupos de ratones machos. A uno se le permitió el contacto diario con hembras, al otro solo una vez en 14 días.

Pasado este tiempo, y tras analizar el cerebro de los roedores, se encontró que el grupo que tuvo sexo frecuente evidenció un aumento en el número de neuronas y reducción de la ansiedad. Eso elevó las interconexiones de estas células del hipocampo y su actividad productiva.

En cambio, los pobres machos que no tuvieron la grata compañía de las ratonas estaban más estresados, y aunque también creció el número de sus neuronas en el hipocampo (área sensible a las experiencias desagradables), contaban con menos interconexiones entre ellas y otras áreas del cerebro.

Como si fuera poco, estos animales aumentaron los niveles de hormonas que producen efectos desagradables en el organismo. Esto sirvió para concluir algo simple: que las experiencias placenteras contrarrestan el desarrollo orgánico de factores que pueden perpetuar el aburrimiento.

Eso explicaría por qué el sexo nos hace sentir bien a nosotros y a los ratones.

La cosa no queda ahí. Con más interconexiones entre las neuronas, hay mayor capacidad para encontrar soluciones fáciles y rápidas a los problemas. Los ratones satisfechos de doña Benedetta, por ejemplo, eran capaces de salir con más facilidad de un laberinto y hallar comida. Y aunque ustedes dirán que esta experiencia es en ratas, les informo que el sexo está ubicado en el cerebro más primitivo, allí donde están las funciones de la supervivencia. En eso, poco nos diferenciamos de estos roedores y de otros, neurológicamente hablando.

Fuente: El tiempo