[sws_blockquote_endquote align=»» cite=»» quotestyle=»style03″]Sí, yo creí que me iba a ser posible leer a Hemingway a los diez años. [/sws_blockquote_endquote]

Me acuerdo cuando compré el libro. Estaba en una pequeña feria de libros en algún estado de la República. No me acuerdo bien cuál, yo tenía menos de 10 años.

El caso es que vi un pequeño librito café que en la portada tenía a un viejo pescando y un pez espada siendo pescado. El libro del que hablo es “El viejo y el mar” de Ernest Hemingway.

Sí, yo creí que me iba a ser posible leer a Hemingway a los diez años. Por supuesto, vi las primeras tres páginas y no volví a tocar el libro hasta hace una semana.

Lo encontré triste y abandonado, sin nunca haber tenido la oportunidad de cumplir su destino, en un rincón de la pequeña biblioteca de mi casa. Me acordé de todo lo que les expliqué antes y me dije “por más aburrido que esté, lo tienes que acabar. De todas formas son como 100 páginas”.

Me alegra mucho haberme reencontrado con el libro que hacía que en mi mente Hemingway fuera un escritor imposiblemente aburrido.

Es una obra que, por más pequeña que sea, tiene un mensaje enorme. Claro, el mensaje será diferente para cada persona que lo lea. Para algunos podrá representar el papel del orgullo en las aspiraciones que tenemos las personas, y cómo éste puede empujarnos a nuestro límite y crear cosas estupendas. O al contrario, cómo nos puede llevar a realizar acciones nefastas que al final sólo nos perjudican.

Eso es sólo hablando del orgullo, el libro está repleto de significados y mensajes. Depende de cuanta atención se le ponga. Con lo que yo me quedo es con el poder del espíritu humano. El que nos lleva a hacer cosas extraordinarias, por desesperación o por entusiasmo ¡no importa! Ese espíritu que hace que nuestro mundo individual siga girando y le da sentido a las cosas, algo que solamente muere si lo dejamos morir, y de todas formas es una muerte temporal (¿se puede decir eso?), puede revivir en cualquier momento y empujaros de nuevo a crear, imaginar y construir, sin importar la edad.