Muñecos del Subcomandante Marcos y la Comandante Ramona. Camisetas. “Toures” por territorio zapatista. Bares con el nombre de Revolución o Revuelta. Un menú donde se ven rostros con pasamontañas.
Bienvenidos a la mercadería para consumo del turismo zapatista.
Un fenómeno con fecha de nacimiento precisa: los primeros días de enero de 1994, hace exactamente 20 años, cuando se produjo el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
La naciente tecnología digital, el carisma y misterio del subcomandante Marcos y la certeza -para muchos jóvenes mexicanos y extranjeros- de que era una causa justa, hizo que lo que ocurría en un rincón apartado y pobre de México tuviera resonancia global.
Y uno de los efectos inesperados de este eco mundial es que miles y miles de personas -sobre todo jóvenes- empezaran a viajar a Chiapas para conocer más de cerca el fenómeno zapatista.
Si hasta tiene entrada en Wikipedia, bajo el nombre de “Zapaturismo”.
Por las calles de San Cristóbal
Todo esto es posible notarlo a simple vista en un recorrido por las estrechas calles céntricas de San Cristóbal de las Casas, tercera ciudad en importancia de Chiapas y donde se concentró el levantamiento armado de hace dos décadas.
En los ‘tianguis’ (mercados callejeros) venden muñecos del Subcomandante Marcos por 50 pesos, poco menos de US$4. Por igual precio se consigue la figura de la difunta Comandante Ramona, que, según me contó un seguidor de los zapatistas, fue quien que organizó la toma de San Cristobal.
Los llaveros de ambos comandantes se venden a 15 pesos.
También se encuentran bares y hasta restaurantes que aluden al levantamiento zapatista.
La misma persona que me explicó lo de Ramona (y quien prefiere guardar su nombre), me aseguró que los zapatistas no se benefician de esto y no han autorizado a nadie para hacerlo en su nombre. Agrega, sin embargo, que ni siquiera intentan detenerlo, pues sería prácticamente imposible.
De hecho, en el Caracol de Oventic (una de las comunidades zapatistas) hay una pequeña cooperativa en la que se consiguen las mismas baratijas, además de tazas, “caballitos” para tomar tequila, cuadernos y Dvds.
En San Cristóbal también hay negocios más prósperos, como bares, restaurantes y hasta tiendas de ropa con parafernalia revolucionaria, sobre todo del Che Guevara y zapatista.
En 2010, el entonces secretario de Turismo de Chiapas, Juan Carlos Cal y Mayor Franco, dijo en broma que al subcomandante Marcos habría que darle “regalías” por la promoción que le había hecho al estado. No sólo se trataba del turismo, sino que a raíz del levantamiento el gobierno federal había volcado ingentes recursos económicos en la zona.
Razones políticas
Pero detrás de todo el “zapaturismo” hay, evidentemente, un interés político. Además de los jóvenes ansiosos por una causa justa, Chiapas fue visitada durante los 90 por variopintos personajes de izquierda como Oliver Stone, Eduardo Galeano, José Saramago o Danielle Mitterrand.
Porque al auge global del zapatismo también contribuyó -y no poco- que se trataba de un nuevo mensaje para una izquierda que salía exhausta y alicaída de los años 80, con la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de la Unión Soviética.
Y -paradójicamente- parte de ese mensaje era la antiglobalización. Es más: para Luis Daniel Vázquez, profesor e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso, parte del movimiento contra la globalización nació de jóvenes que se conocieron en encuentros organizados por el zapatismo en Chiapas.
“Uno de los encuentros más fuertes es el de 1997, donde se conocen varias de las personas que ya estaban empezando a conformar el movimiento antiglobalización, como de Italia o Estados Unidos, que fueron los que hicieron después la manifestación de 1999 en Seattle”.
“Cuando uno habla con la gente que estuvo detrás de esa manifestación, ellos reconocen que el origen estuvo dos años antes, en el encuentro en Chiapas”.
También es evidente que detrás de la popularidad internacional del zapatismo está Marcos y su gran habilidad mediática.
En el capítulo que dedica al líder zapatista en su libro “Redentores: Ideas y Poder en América Latina”, el historiador Enrique Krauze indica:
“El pasamontañas, desde luego, fue un invento extraordinario, símbolo con todas las ventajas de una maravillosa marca: distinto, sencillo, barato, útil, reproducible en sí mismo o en pósters o camisetas”.
Sin embargo, Marcos ha dicho que esto fue improvisado: el símbolo real iba a ser el paliacate (especie de pañoleta para anudarse al cuello) rojo, pero la misma fuerza de los acontecimientos llevó a que lo fuera el pasamontañas.
¿Y qué dicen los “turistas”?
Encuentro a Kevin Maloney y a Mery Kelly, dos estadounidenses, en uno de los sitios típicamente zapatistas de San Cristóbal de las Casas, un restaurante en pleno centro.
Kevin dice que vino porque la zona es muy hermosa, pero añade que el tema del zapatismo le interesa a todo el “colectivo democrático” estadounidense (incluido el Partido Demócrata, aclara).
“Quisiera visitarlos, pero ¿va a ser mi visita diferente a, por ejemplo, ir adonde otra tribu indígena y tomar unas cuantas fotos?” – Mery Kelly, turista
Es algo que confirma Mery: en el área de San Francisco donde ella vive, el zapatismo es muy popular. Casi a la par con el Che Guevara.
En su visita, Mery ha podido darse cuenta de dos cosas. Primera: que el racismo está vivo en Chiapas. Los indígenas siguen siendo los más pobres y evidentemente ocupan un escalón social más bajo (hace poco, por ejemplo, hubo un pequeño escándalo en la ciudad porque a una turista guatemalteca no la dejaron entrar a un negocio al confundirla con una indígena).
Segunda: los zapatistas se han convertido en una especie de “marca”. “La gente está consumiendo la idea de democracia y autonomía, pero haciéndolo de una manera que es muy capitalista, como comprando camisetas”.
“Estoy nerviosa con la idea de conocer a los zapatistas, porque no sé si mi actitud va a ser auténtica. Quisiera visitarlos, pero, ¿va a ser mi visita diferente a, por ejemplo, ir adonde otra tribu indígena y tomar unas cuantas fotos? Creo que no”, remata Mery.
Quizás en parte para remediar esa sensación, el EZLN está organizando “Escuelitas Zapatistas” a las que invita a quienes quieran conocer cómo viven en sus “comunidades autónomas”.
El interés se mantiene
Algunas de las personas que tienen que lidiar día a día con este tipo de “turistas” creen que en muchos de ellos sí hay un interés que puede calificarse de auténtico.
Personas como María Elena, responsable de la librería de la sede de la Universidad Autónoma de México en San Cristóbal, quien dice que el flujo de visitantes que busca información sobre el zapatismo ha sido más o menos constante durante los 20 años que han transcurrido desde el levantamiento.
Son sobre todo jóvenes extranjeros. Algunos incluso se han establecido en Chiapas. “Hay gente que se ha quedado para siempre. Se insertan en una actividad que les gusta. Vienen de España, de Europa. Creo que encuentran un sentido, un significado en sus vidas”.
“Beto”, quien tiene un hostal para ciclistas, también cree que la afluencia de visitantes no ha disminuido.
“Pues viene mucha gente interesada en el tema… no sé si llamarlo ‘turismo’, viene a participar más bien y a conocer de otras cosas. No es que vayan a visitar las comunidades y a tomarles fotos, tienen un interés más real”.
“Algunos son investigadores de otros lados, otros chavos que estudian maestrías o doctorados en ciencias sociales en todo el mundo. La gente que yo he conocido aquí sí viene informada, no como un turista”.
En las calles, a algunos de ellos es posible distinguirlos a simple vista: trencillas estilo rastafari, pañoletas y pantalones de colorines. Es una combinación fascinante: personas que llegan del extranjero a interesarse en los problemas de comunidades autóctonas del sur de México. Viajeros del mundo con un fuerte sentido antiglobalización.
Por lo pronto, a mi regreso a Ciudad de México, en mi morral, además de algunos libros sobre el zapatismo, montones de entrevistas y una visión un poco más redonda de una realidad compleja, llevo también varios muñecos y llaveros de Marcos y la comandante Ramona para regalar.